Aventuras en línea clara: «Vértigo en Groenlandia» de Tanquerelle. Sapristi.

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¿Qué mejor manera de convertir un lunes o cualquier otro día laboral de la semana en algo más que con un viaje? Aunque sea de papel. Porque pocas cosas desmotivan más que la rutina o la monotonía. Incluso si tienes la posibilidad de trabajar en lo que de verdad te gusta, como es el caso de George Benoit-Jean, el personaje protagonista de Vértigo en Groenlandia. George es dibujante de cómics pero está pasando por un bache creativo, sin ideas para su próximo guión, cuando uno de esos negros días a su correo llega un inesperado mensaje, el de un tal capitán Magnus Kuller, quien le escribe gracias a su amigo, Jørn Freuchen, escritor de viajes, invitándole a formar parte de una expedición de tres semanas a bordo de la goleta Aurora, por el Parque Nacional del Noreste de Groenlandia… ¿Tú lo pensarías dos veces?

George tampoco duda cuando sigue leyendo el mensaje: «el objetivo de la expedición es reunir a artistas y científicos de renombre en el corazón del mayor sistema de fiordos del mundo. El punto culminante del viaje será la instalación de una obra monumental de Ulrich Kloster, artista alemán contemporáneo de fama internacional». Y así es como Hervé Tanquerelle nos atrapa en una muy inteligente obra plagada de referencias a los clásicos de la literatura y el cómic de aventuras europeos. Y lo hace como si la misma invitación le hubiese sido enviada al lector: y mientras el dibujante protagonista empieza a elucubrar sobre su aventura mezclando el ataque de osos polares con la realidad de viajar al fin del mundo, Tanquerelle ya nos ha convencido de seguirles a él y a su personaje George allá donde consigan llegar.

Lo más curioso, página tras página, son los guiños gráficos de Tanquerelle a algunos de esos grandes viajes de aventuras que algunos tuvimos la suerte de vivir con clásicos tan apegados al frío como Jack London pasando por otros tan asequibles y conocidos como Julio Verne. En viñetas, el referente más obvio, desde el propio diseño de la portada, el uso de dibujo inconfundible de línea clara franco-belga o la utilización de tipografías muy concretas conducen irremediable y obviamente a Tintín. La forma de presentar a los personajes, el diseño de determinadas páginas con un tamaño y número determinado de viñetas, hacen que el estilo habitualmente moderno de Tanquerelle se adapte a una forma de contar la historia que, con total seguridad, a la gran mayoría de lectores le recordará a grandes momentos leídos en su infancia y juventud.

Por supuesto, salvando las distancias, y por mucho que Tintín sea un producto accesible a todas las edades y haya páginas con tanto diálogo y explicaciones como dibujaba Hergé, Tanquerelle pone más énfasis en hacer avanzar la historia, incluso si lo que nos explica es que la ausencia del traje de supervivencia en un lugar tan inhóspito como el Ártico, supone morir pasadas seis horas si tienes la mala suerte de caer al agua desde el barco. Incluso si la existencia del escritor de viajes Jørn Freuchen recuerda en muchos detalles al capitán Haddock, su presencia es doblemente exagerada por Tanquerelle en este personaje, que nos conducirá en Vértigo en Groenlandia a uno de los muchos y sorpresivos cambios de guión que hacen aún más amena y dinámica la lectura del libro.

Como en las mejores obras desatadas en pocos escenarios (aquí el barco o los contados espacios en Groenlandia), aquí son los personajes y lo que vamos conociendo de ellos los que escriben esta peculiar aventura financiada por el excéntrico escultor y pintor Ulrich Kloster. Desde los paranoicos ataques de ira del artista, a la seriedad de la veterana tripulación del Aurora. Con un toque realista al mezclar diálogos en castellano (en francés en el original) con frases en alemán y danés, cada personaje tiene su importancia y Tanquerelle los utiliza a todos llegado su momento en la trama principal.

Sin perder ese sabor aventurero en ningún momento, Vértigo en Groenlandia aporta el grado de veteranía y originalidad de un autor que no recuerda querer hacer otra cosa que cómics desde su más tierna infancia. Y así, en determinados momentos, el libro se convierte en lo que se supone que el personaje de Georges fue a buscar a Groenlandia: un hermoso testimonio visual y gráfico de un territorio salvaje y único, dominado implacable por el hielo en dimensiones que sobrepasan el control humano de cualquier situación. Y Tanquerelle se recrea, en las pausas y momentos silenciosos de la travesía, con enormes ilustraciones y viñetas donde a los colores planos los sustituyen los efectivos tonos de la acuarela. El efecto contribuye a hacernos creer que estamos y formamos parte de ese viaje y a que de verdad resulte difícil dejar de leer en ningún momento.

La guinda final, después de asistir a páginas en las que Tanquerelle ilustra fragmentos de los libros de viajes y las aventuras del indómito Jørn Freuchen (más aventuras y anécdotas dentro de la propia aventura) es presenciar un desenlace completamente inesperado entre monumentales icebergs en los que, pese a los obstáculos, asistimos incluso al encuentro de un inesperado tesoro. Como conclusión, Vértigo en Groenlandia es capaz de perderte de verdad en esas lejanas tierras heladas en esta novela gráfica que todo aficionado al cómic europeo debería descubrir y disfrutar. Un guión redondo dibujado con total maestría por Tanquerelle. Homenaje sentido, aventura moderna e inolvidable viaje con sabor a clásico, para pasar muchas tardes lejos de las rutinas cotidianas. Un libro al que entras predispuesto a disfrutarlo y que te guste desde su portada y que aún así te ofrece mucho más de lo que podías imaginar.

SOBRE EL AUTOR

Fotografía de © Nolwenn Jalaber

HERVÉ TANQUERELLE

Hervé Tanquerelle (Nantes, 1972) no recuerda querer hacer otra cosa que cómics: incluso parece que desde el jardín de infancia sus cuadernos mostraban una clara predisposición al dibujo. Se formó en la escuela de dibujo Émile Cohl, de Lyon y su maestro fue Yves Got, creador del mítico «Baron Noir», dibujado por Pétillon, quien también lo influenciaría en su estilo y enfoque de dibujo. L’Associacion publicó su primer cómic en 1998, La ballade du petit pendu, y desde entonces ha continuado dibujando y guionizando cómics en solitario o con otros artistas como Hubert, Sfar o David B. Ha publicado, entre otros títulos, La comunidad, Nómadas, y La banda de los postizos. Con El último Atlas obtuvo el Premio René Goscinny en 2020.

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