LH: Las Noches De Sergio Carro Con “el corredor filósofo y su discípula”

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¿Tiene sentido hoy en pleno siglo XXI sacar a la luz una revista de Filosofía? Y, más aún, ¿pueden aportar algo valioso las reflexiones de unos adolescentes que apenas han entrado en contacto con este enigmático saber? O, desde una perspectiva más general, ¿qué relevancia se le puede otorgar hoy en día a la Filosofía en el marco de un mundo dominado por cosmovisiones científicas y tecnológicas?

Podríamos responder a estas interesantes cuestiones con la teoría. La Filosofía nos ayuda a reflexionar y a pensar críticamente, a desarrollar discursos coherentes, nos enseña a ser libres y responsables, a buscar nuestra felicidad y la de los demás… Pero quizá sea mejor contestar a partir de la experiencia, la experiencia de nuestros alumnos en las clases de Filosofía en Bachillerato. Porque, en palabras de Fernando Savater, “Kant observó que no se puede enseñar Filosofía sino solo a filosofar: no se trata de transmitir un saber ya concluido por otros que cualquiera puede aprenderse como quien se aprende las capitales de Europa, sino de un método, es decir un camino para el pensamiento, una forma de mirar y de argumentar”.

Esta forma de mirar y argumentar tan característica de la Filosofía sorprende y atrae muchas veces a los adolescentes cansados de estudiar una infinidad de cosas sin comprender su sentido o por qué hay que estudiarlas. Más todavía cuando la mayoría de nuestros alumnos en esas edades experimentan la confrontación prematura con los problemas fundamentales de la vida y llegan a ver en la Filosofía un método que puede orientarles de forma práctica en el día a día.

Las páginas de esta revista son fruto de esas intuiciones sobre una gran variedad de temas. En numerosas ocasiones, ni siquiera forman parte del “temario oficial” de la asignatura, sino que intentan responder a inquietudes o intereses personales suscitados a partir de las clases. De ahí su enorme valor. Las reflexiones de alumnos y antiguos alumnos parten en gran medida de las enseñanzas de Sócrates que entendía la educación como “el arte de la pregunta”. El mismo título de la revista, Mayéutica, está extraído de su metodología didáctica, que aspiraba a que sus alumnos llegaran a la verdad por ellos mismos, “dando a luz” sus propias ideas.

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