El cómic europeo no solo goza de buena salud. A estas alturas del año podemos repasar y sin duda afirmar que ha sido uno de los más espectaculares y repletos de novedades en mucho tiempo. Por un lado nos ha descubierto infinidad de nombres nuevos que mantienen un relevo generacional repleto de adictivas propuestas originales. Por el otro, la labor de recuperación por parte de editoriales españolas de títulos y autores descatalogados o que nunca antes habían sido editados aquí se mantiene con un nivel espectacular. Muestra de ello es este segundo Integral de las aventuras de dos personajes excepcionales como Blake y Mortimer. Como pasó con el primero, su publicación sufrió un ligero retraso respecto a la fecha prevista para los más impacientes. Pero visto el portentoso resultado final una vez más, toda espera cuando se trata de Norma Editorial merece verdaderamente la pena. En este caso además, cualquier aficionado a la maestría de Edgar P. Jacobs coincide de pleno con los críticos en que en este impecable tomo de gran formato, tomo entelado y calidad excepcional de papel, acabado y extras, se incluyen tres de las mejores aventuras del excepcional dúo de aventureros: La Marca Amarilla, El enigma de la Atlántida y S.O.S. Meteoros.
La Marca Amarilla
En 1997, este cómic fue votado como la «Mejor historia de cómic del siglo XX»en el Festival de Cómic de Koksijde, en Bélgica. Dos años más tarde, recibió un honor similar del jurado que normalmente juzga los premios bianuales de cómic flamenco: el Adhemar de Bronce.Inolvidable desde su portada, homenajeada e incluso parodiada en infinidad de ocasiones, pocos cómics europeos han sido y serán tan icónicos y, posiblemente han sido reeditados tantas veces. Como curiosidad y como nos recuerda Jorge García, guionista y crítico de historieta en uno de los muy ilustrativos textos que preceden al trabajo de Jacobs en este Integral, “la ilustración original, por cierto, fue censurada por Hergé, que mandó suprimir la sombra amenazadora que flotaba sobre Blake y Mortimer, que aparecían recortados sobre un fondo londinense en el que las agujas del Big Ben daban las doce en punto de la noche”.
La Marca Amarilla fue la tercera aventura de Blake y Mortimer y comenzó a publicarse originalmente en el semanario belga Tintin en 1953, de modo que, cuando llegó a este lado de los Pirineos, nada menos que en 1982, tanto este título como gran parte de la obra de Jacobs eran ya casi motivo de estudios más que novedad. En el caso de España, lo que fue revolucionario en su día en Europa coincidió en el tiempo con una abarrotada agenda cultural en la que tratábamos de recuperar de golpe todo el tiempo perdido por culpa del régimen franquista en cine, literatura, arte y, por supuesto tebeos.
Este Integral de Norma incluye otro texto aparte del de Jorge García que afina, introduce y explica de forma espléndida el contexto para los tres álbumes aquí incluido. Escrito por Álvaro Pons, eminencia indiscutible del mundo del cómic como crítico, estudioso y también codirector de la Cátedra de Estudios del Cómic de la Fundación SM L la Universidad de Valencia, una de las cosas que precisamente refleja es cómo Jacobs llegó a España, con traducción deRamón de España, por entregas en la revista Cairo, publicación refugio de la línea clara europea pero reflejo inevitable más actualizado de todas las aportaciones del cómic norteamericano en unos años de aportaciones todavía no superadas.
Apreciada posteriormente en sucesivas ediciones en tomo como aventura completa, aparte de que obviamente fue una de las entregas imprescindibles de aquella agradecida “Biblioteca del Cómic” que llevó a cabo El País en su día, los aficionados todavía recordarán el rendido homenaje de Norma a este título en concreto que, hace unos años, fue recuperado en formato gigante (40,5×31 cm.) en una edición limitada espectacular que recuperaba La Marca Amarilla tal cual fue editada originalmente en las páginas de Tintin.
El meditado argumento de La Marca Amarilla es la historia de uno de los más audaces criminales a los que se haya enfrentado jamás la justicia británica: capaz de asaltar el Banco de Inglaterra, robar el Gainsborough de la NationalGallerye incluso llevarse la Corona Real de Inglaterra delante de sus férreos guardianes, este misterioso villano aterroriza a Londres informando incluso a la prensa con antelación de dónde va a atacar y dejando, como firma tras sus fechorías, una «M» en un círculo amarillo. Ante el ridículo al que somete a Scotland Yard, el Ministerio del Interior toma cartas en el asunto enviando al capitán Francis Blakeen persona para resolver el caso y descubrir la identidad del hombre detrás de la Marca Amarilla. Por supuesto para ello contará con la ayuda de su imperturbable y viejo amigo, el profesor Philip Mortimer, cuyos conocimientos científicos resultarán inestimables en este caso extremadamente complejo.
Os recomiendo de verdad leer los textos de Álvaro Pons y Jorge García como aperitivo para esta y las otras dos historias recogidas en este Integral, porque a las curiosidades y análisis que ofrecen, añaden infinidad de detalles al modus operandi habitual del minucioso y detallista Jacobs que, como es sabido, basaba su método naturalista, realista y tan creíble, en buscar escenarios reales o fotografías y fondo documental para todas sus aventuras hasta el punto de que antes de comenzar La Marca Amarilla realizó un viaje a Londres para recopilar información gráfica sobre todo lo que después seguimos disfrutando, añadiendo a cualquiera de sus obras la calidad histórica de reflejo veraz de la época en que el artista retrató tantos rincones de Europa y del mundo.
De entre las muchas genialidades de Edgar P. Jacobs en La Marca Amarilla, asombra todavía hoy en día cómo un belga fue capaz, gracias a su alta capacidad como observador y narrador excepcional, de aunar lo mejor del folletín francés en recuerdo a personajes como Fantomas con la clásica tradición de las novelas inglesas de detectives al estilo deAgatha Christie, sin olvidarse además de referencias visuales que comparan el descomunal trabajo de claroscuros de este cómic con los hallazgos visuales de películas como M (1931) de Fritz Lang y Mad Love (1935) de Karl Freund. Si añadimos su fijación e interés real por los descubrimientos científicos que poblaron su tiempo, podríamos seguir escribiendo horas, como cualquier apasionado de la obra de Jacobs. De modo que lo mejor es cruzar a la siguiente aventura recomendándote la necesaria lectura de este clásico en todos los casos.
El enigma de la Atlántida
De vacaciones en el archipiélago de las Azores, el profesor Mortimer se ve obligado a recurrir a su fiel amigo, el capitán Blake, cuando explorando un sumidero conocido como «O foro do Diabo» (el agujero del diablo), realiza un descubrimiento prodigioso al encontrar un metal desconocido con asombrosas propiedades radiactivas y luminiscentes. Sólo que Blake nunca llegará a verlo ya que, apenas iniciada esta aventura, el enemigo natural de los protagonistas, Olrik, les tiende una trampa para que no lleguen a la villa en la que se aloja Mortimer para poder robar el hallazgo. Aunque será Olrik el que se lleve una sorpresa mayor, quedando como el menor de los peligros posibles en esta alucinante aventura. Llegados a su villa, Mortimer y Blake ven despegar (y media isla la verá pasar) una nave a la velocidad de un rayo. Ignorantes aún de lo que les espera, juntos inician un nuevo descenso al «Foro do Diabo» para hacerse con nuevas muestras. Solo que lo que encontrarán en las profundidades supera todo lo imaginable y, desde luego, convierte a ésta en una de las aventuras fantásticas más increíbles de las sufridas por esta pareja de héroes.
Merece la pena recordar en este capítulo, como incide Álvaro Pons, que “con toda lógica, fue Jacobs el elegido para continuar las aventuras de Flash Gordon cuando la guerra impidió que los materiales de la famosa serie llegaran al continente europeo para desesperación de los muchos aficionados. El dibujo de la figura humana, exquisitamente académico, la brillante y cuidadosa documentación de los escenarios, el movimiento de los personajes y su sentido del dinamismo”. Todo fan de Jacobs recordará la importancia de su obra El rayo U, una obra mayúscula de ciencia ficción mezclado con el tono folletinesco en las mil y una pruebas a las que somete a sus personajes en la búsqueda de ese metal tan importante. Es todo un contraste que alguien tan apegado a recrear paisajes reales fuese capaz de desatar su imaginación hasta el punto de mezclar civilizaciones perdidas, con ecosistemas prehistóricos y cataclismos naturales. Y es que en El enigma de la Atlántida.
Jacobs recupera como escenario principal nada menos que el mito sugerido por el filósofo ateniense Platón, creador del mito de la caverna y también de la idea de la Atlántida, madre de todos los continentes perdidos. Eso sí, convertido en una civilización que alberga inconfundibles toques de influencia maya y azteca en un universo bajo tierra al estilo también de las creaciones de Julio Verne.
Sobre este tema, Álvaro Pons apunta: “Jacobs intentó que, pese a la evidente licencia de la fantasía, sus propuestas fueran tecnológicamente plausibles: las naves espaciales, más que a platillos volantes, recuerdan a los prototipos de nuevos tipos de aviones que el ejército americano investigaba. Sus propuestas para el mítico mineral atlante, el oricalco, están claramente relacionadas con el conocimiento de la energía atómica que se tenía en la época, y también de sus peligros. Las armas no son imposibles rayos desintegradores, sino artefactos que provocan un impacto similar al de un táser. Como siempre, Jacobs consigue el equilibrio perfecto entre el entusiasmo ante las posibilidades de los avances científicos y la prevención y desconfianza ante los usos de esa tecnología en las manos equivocadas”. La imaginación desbordada de Jacobs, capaz de imaginar y, sobre todo dibujar máquinas de apariencia completamente realista, nos pierde en determinados momentos a lo largo de espectaculares páginas repletas de invenciones, viajes y batallas en la sensación de estar visitando un planeta más en la ruta estelar de Flash Gordon. En todos los casos, la intensidad de la experiencia es de tal calibre que ésta es una aventura que invita a ser releida en múltiples ocasiones a la búsqueda de nuevos detalles en cada lectura.
S.O.S. Meteoros
Apenas empezamos a leer este álbum sorprende y casi asusta que fuese publicado en 1958. El primer párrafo, sobre alarmantes colocado sobre titulares de periódicos que, por desgracia, nos resultan tan cercanos y familiares en por lo ocurrido en Valencia en este mes de noviembre de 2024 dice: “desde hace largos meses, fenómenos meteorológicos de alarmante importancia hacen estragos en toda Europa occidental, trastornando la vida de millones de personas… Tras un invierno largo y criminal ha empezado por fin el deshielo, pero la nieve al fundirse y las lluvias torrenciales han provocado una nueva calamidad: ¡la inudación! Y las aguas crecen. ¡Crecen inexorablemente!”
Pasado literalmente por agua nos encontramos a Mortimer en París. Ante las inexplicables fluctuaciones meteorológicas y sus desastrosas consecuencias, viaja en busca de respuestas y ayuda a casa de un viejo amigo, el profesor Labrousse, director del departamento meteorológico. Tras un azaroso viaje junto al taxista enviado por Labrousse que nos hace temer verdaderamente por la vida del profesor, Mortimer acaba viéndose implicado en la desaparición inexplicable del taxista ya que, al ser el último que lo ha visto se convierte en el principal sospechoso para la policía, de modo que decide involucrarse en la búsqueda del conductor desaparecido y, durante nada menos que 20 páginas, le seguimos solo a él hasta que éste acaba desapareciendo misteriosamente también. Roto el esquema habitual de las aventuras de tan inseparables pesonajes, sólo en ese momento entra en juego el capitán Blake, también por separado. En su caso, de paso por Francia tras la pista de una red de espías cuyo centro parece estar situado en la propia París.y cambiando al profesor Mortimer por el metereólogo Lambrousse, Blake acaba uniendo pistas hasta descubrir que todo: los desastres climáticos, la desaparición de Mortimer y del conductor, y la existencia de esa red cuyas motivaciones y posibilidades fantásticas son desconocidas, son parte de un entramado sobre el que oscila también la presencia inevitable de Olrik, unido a una nueva potencia extranjera con medios inimaginables capaces de alterar incluso el clima…
Álvaro Pons nos recuerda que, apenas unos años antes de la publicación del álbum, “se habían comenzado a lanzar en las revistas científicas los primeros avisos de los peligros de modificación del clima por la acción humana, por la quema incontrolada de combustibles fósiles y el aumento de la concentración de CO2 en la atmósfera ante la imposibilidad de los océanos por absorber estos gases, lo que daría lugar a un aumento de la temperatura por efecto invernadero. Pero lo más sorprendente es que, aunque en los años 50 ya existían proyectos de control y manipulación del clima desde los estamentos militares que alimentaban las teorias de la conspiración (como el proyecto británico Cumulus), generalmente se basaban en técnicas bien conocidas de siembra de nubes”. Inspirado una vez más por la parte de los hechos probados, Jacobs construyó para S.O.S. Meteoros su propia teoría en la que alguien es capaz de idear máquinas que realmente sean capaces de modificar el clima en prejuicio del enemigo.
Jorge García relata por su parte gran cantidad de detalles interesantes y curiosidades de S.O.S. Meteoros que merece la pena leer y conocer. Uno de los más llamativos es el apasionante episodio que Jacobs confesaba en sus memorias. Al parece, “quiso recabar una opinión experta acerca de cómo actuarían las fuerzas del orden en caso de que ocurriesen perturbaciones como las que pensaba describir en el tebeo. Para ello recurrió a Pierre Louis, redactor en jefe de Tintin y excomisario de policía que le concertó una cita en la Direction de la Surveillance du Territoire (algo así como la Dirección General de Seguridad)”. La cuestión es que, una vez allí y planteado el argumento del cómic al oficial que le atendió, Jacobs “acabó en presencia de un superior, que escucho con cara de póquer el planteamiento de S.O.S. Meteoros. Una vez acabada la perorata, le espetó: «es menos absurdo de lo que parece, incluso tengo un dossier al respecto». Cabe suponer que sería uno de tantos informes acerca de asuntos hipotéticos. Con todo, la noticia dejó perplejo a Jacobs”.
Hay que destacar en la elaboración de este nuevo tomo Integral una vez más no sólo el cuidado y respeto al material que conforma la que, desde luego, es la edición definitiva de las Aventuras de Blake y Mortimer, sino la grandeza y hallazgos gráficos que fueron creados nada menos que en la segunda mitad del siglo pasado. El tratamiento y restauración de las planchas originales gracias al trabajo en el color del Studio E.P. Jacobs recupera con todo lujo de detalles las gamas cromáticas que dan a estas historias tanta vida como los propios guiones del autor (cada situación concreta la impregna un color). Nada es fortuito en un dibujante y artista tan meticuloso, que fue capaz de dar lecciones de color al mismísimo Hergé cuando trabajó como su sombra. Si comparas esta edición con cualquier tomo más antiguo comprobarás igualmente el cuidado con el que se han vuelto a rotular y cambiar tipografías, ayudando en la compresión y la propia visualización de esa otra característica de muchos otros cómics europeos de línea clara, es decir: la presencia de voluminosos bloques de texto en diálogos y cajas que nos explican hasta el más mínimo detalle de lo que, en el caso de Jacobs, comprendemos particularmente bien gracias a su dibujo y trazos únicos. En conclusión: comenzamos a contar los días a la espera del tercer tomo que, como los dos publicados hasta ahora, será compra inexcusable para seguidores del cómic franco-belga y admiradores del trabajo imperecedero de Edgar P. Jacobs.
SOBRE EL AUTOR
EDGAR P. JACOBS
Nacido en 1904 en Bruselas, su vocación inicial fue la de cantante de ópera, pero la Segunda Guerra Mundial le forzó a cambiar de ocupación. En adelante colabora en diversas publicaciones belgas, entre ellas Bravo, para la cual realiza páginas de Flash Gordon. En el mismo semanario aparece en 1943 su primera obra propia, que lógicamente exhibe una fuerte influencia del clásico de Alex Raymond: El rayo U. Durante la misma época entabla amistad con Hergé, para quien hace de asistente en el color y dibuja los fondos de algunas de las aventuras de Tintin. En 1946, Jacobs crea la serie que lo catapultará a la celebridad y lo convertirá en uno de los líderes del cómic belga: Blake y Mortimer. Tras la primera aventura de estos personajes, El secreto del espadón, seguirían otras no menos memorables como El secreto de la Gran Pirámide, La Marca Amarilla, etcétera. Hoy día todas ellas son consideradas como clásicos del noveno arte.