¿Me puedo olvidar?

“Al correr me puedo olvidar” …

Respuesta del placer

– Puede ser. Si amor sólo es la felicidad de la circunstancia y enamorarse entrecomillas, a pesar de que a veces queramos olvidar la verdad para recrearnos en mentiras. Correr sólo sería no desayunar nada y no conseguir evitar con ello que se te revuelvan las tripas, a la vez que a ella. Buscar un lugar escondido para hacer de vientre sin que te vean, o sin llamar demasiado la atención, al menos. Ya no importa tanto. Contar lo que nunca has contado. Correr es salir de casa odiando a una chica y volver amándola. Significa ir a cada entrenamiento con la esperanza de ser mejor persona, hasta en aquellos momentos en los que no se tiene claro lo que quiere decir esto. Y, en esto, hay ratos en los que correr pasa a ser un miedo que se mira por encima, en medio de un desaliento lleno de energía creativa. La apoteosis de la psicosis. Dado que correr también puede ser un par de noches en vela. Confesarse, despertarse de nuevo en el momento más lindo del sueño. Es fuego, seguir creyendo en algo cuando se deja de creer en Dios. A la espera de lo que no se puede esperar. De las vueltas, de hace seis meses, de la eternidad. Infinita lid de la voluntad. Vueltas y más vueltas, a la pista, en la cabeza. Acabar de sufrir para volver a sufrir de nuevo, el eterno retorno de lo idéntico. Correr es echar de menos un par de vueltas en metro. Un suspiro. Una historia que no se acaba, una enfermedad crónica. Un alivio. Propio testigo de pecados sin remordimientos y de remordimientos sin pecados. Un Crimen, un Castigo. El grito de un latido. Lo insaciable de un vacío, vaciarse para intentar dejar de sentirlo. Una Guerra y su Paz. Es la pasión que mata. La pobre fuerza exhausta ya, que carga contra lo infatigable. Inagotable lluvia de emociones que olvidar, olvidarse de que no las puedes controlar. Mirarlas desde la grada, ilusionarse y entonces … sólo pensar en correr. Puedes olvidar que la quisiste. Y que querías morirte.

Respuesta de la necesidad

– No lo sé. A veces correr es sólo pensar en correr. Las otras veces también es capaz de transformarse en viento, que escapa del mundanal ocio. Y se va a sus ojos, lejos, en sepulcral secreto. En secreto padecer de calvario de descanso, de suplicio con sentido. Es olvido y recuerdo vivo. Rodar solo en la noche es un abandono, un estar solitario y sentirse acompañado. Correr es correr solo y a su lado. Perdidamente solo, mientas la hoja cae del árbol, lo sientes todo. Sientes tener que ser el lector de las páginas en blanco de un escritor sin inspiración para escribir la historia del lector sobre puntos suspensivos. Suspenderse por debajo de una frase sin sentido. Sentirse vivo, por un pálpito que se acelera ante la inmediata espera de la revelación de otro misterio, con toda su verdad cruenta, sincero. De sinceridad desgarradora sin daño de la piel. Piel que se eriza al mirar a ese conocido sendero angosto y negro, creyendo con fe que algún día lo dejará de temer. Y lo cree con miedo de dejar de tener miedo, porque… entonces qué, ¿qué hacer? ¿Cómo seguir? ¿Para qué correr? Correr siempre para recordar por qué empezamos a correr. Aquellos días en los que nos castigábamos sin piedad. Ahora, tal vez, disfrutar y poder perdonar una sensibilidad sombría. El pánico y la ansiedad bailando al mismo son sobre el corazón. Sería bello. Donde nadie escucha tu voz. Ante todo, la implacable respuesta de la pasión. La presión de una ciudad que atrapa. Un pueblo, una caricia, una montaña en calma. Una lágrima en ternura atrapada. Dura ternura, melancolía pura. Ese sentimiento que se esconde por miedo a qué dirán. Rabia. Extraño enfado, perdón desenfadado. Una serie, una repetición, otro fracaso motivador. Otro silencio sin relajación. ¿Por qué? Un atajo de necesidad; una oscuridad; otra mirada temblorosa al reflejo del charco; una caída; una nota dudosa sentada al piano, gotea una melodía, amarga, mientras tanto, la gota de sangre secándose en el asfalto … Despertar al Anochecer de Nach. Correr, es una mirada de reojo, enmascarada; un negro sobre rojo con una pizca de blanco esparcida por encima. De todo, donde esté, sé que amor de amor no se olvida.

FOTOGRAFÍAS: Samuel Martín

ESCRITO: Sergio Carro

DIBUJO: Claudia Gómez

MODELO: Eduardo Rodríguez