La tecnología cambia nuestro mundo a tal velocidad que lo que muchos vivimos hace apenas 30 ó 40 años parece hoy en día Ciencia Ficción y que, cualquier tiempo pasado fue una distopía en comparación a éste. Sin bromas: hubo una vez un tiempo en el que no existían ni internet ni Amazon y las grandes cadenas comerciales tampoco eran tantas. En aquel entonces las necesidades quedaban más en los objetos verdaderamente necesarios. Una dictadura cuyo mayor emblema fue la censura de todo lo que ayuda a evadirse en los malos tiempos: música, cine, literatura y, por supuesto, cómic, ayudó a que, hasta casi llegada la década de los 80, la mayoría no nos habíamos dado cuenta de lo que nos faltó tantos años. Encontrar entonces incluso clásicos ya universales de la literatura, o en especial del género fantástico o de ciencia ficción se convertía en muchas ocasiones en una labor comparable a las aventuras arqueológicas de Indiana Jones.
Para que te hagas una idea, y llegados de lleno a la obra de Tolkien, las primeras ediciones en castellano que conocí de su obra fueron editadas por una editorial que, a finales de la década de los 70 del siglo pasado fue sinónimo de todo lo fantástico en un país como éste de escritores universales pero eminentemente realistas. La respetable editorial Minotauro fue fundada en Buenos Aires, a mediados del siglo pasado. Especializada siempre en literatura fantástica y ciencia ficción, se integró en el Grupo Planeta en 2001, 45 años después de su fundación en Argentina. Encontrarse hace tantos años con aquellos libros en las secciones maltratadas de algún Corte Inglés o librería de viejo, se convertía en el hallazgo de un verdadero tesoro. Creo que los aficionados al fantástico nunca le estaremos suficientemente agradecidos a la labor entonces de Minotauro. Editores de la obra completa de J. R. R. Tolkien en castellano, nos descubrieron también los universos de Philip K. Dick; de Ray Bradbury, artífice de las míticas Crónicas marcianas; de Ursula K. Le Guin, creadora de Terramar o William Gibson, entre muchos otros. Personalmente conservo como oro en paño la primera edición del Soy leyenda de Richard Matheson que gracias a Minotauro pude leer en castellano en su día.
Pero volviendo a Tolkien, desde que el fenómeno de la Tierra Media comenzó a inundar desde 1954 la fantasía de cientos, luego miles y luego millones de adolescentes y adultos, los mitos del gran escritor se han convertido una inagotable fuente de inspiración para toda expresión de arte imaginable: películas, libros de arte, juegos de rol, cómics y, con renovado éxito reciente, incluso series de televisión. Y no hay año en que no haya motivo de celebración sobre sus muchos escritos, su obra o su propia vida. Aunque las mejores sorpresas, bajo el inevitable e imprescindible sello de Minotauro como muestra de la mejor calidad para las ediciones en castellano desde entonces, son siempre las reimpresiones, reediciones ilustradas o las recuperaciones del vasto legado dejado por Tolkien en forma de palabras.
El caso de Las aventuras de Tom Bombadil es para mí un interruptor al pasado hasta ahora olvidado. Rodeado de aficionados a la obra de Tolkien, en todo grupo siempre hay quien va tan lejos en su afición que no sólo nos supera a los demás, sino a si mismo. A principios de los 80, conocí a alguien cuya inmersión total en los mundos de Tolkien le hizo no solo leer toda la obra disponible el autor en aquellos años en castellano, sino que, más allá de aquellas páginas, perfeccionó a tal punto su nivel de inglés que se lanzó a la búsqueda y lectura de toda obra de Tolkien editada ya por entonces en inglés. Conocedor completo de títulos y personajes, a aquel amigo de un amigo siempre le tocó en particular la figura de Tom Bombadil, a quien el resto de mortales conocimos por su escasa pero poderosa aparición en El Señor de los Anillos. Y fue gracias a él que conocí de la existencia de este libro
El portal oficial de Tolkien y su legado, que ofrece infinita información y datos sobre la abundante obra escrita de Tolkien, incluye al respecto de Las aventuras de Tom Bombadil un interesante artículo de Daniel Lauzon, sin duda el más respetable traductor al francés de la obra de Tolkien, donde nos recuerda la impresión que a muchos causó la aparición en el viaje de los hobbits de un personaje tan afable como misterioso, con su “chaqueta azul brillante y botas amarillas”. Lauzon nos recuerda el curioso proceso que ocasionó esta invención: Tom Bombadil era el muñeco de trapo del segundo hijo de Tolkien, Michael. Sin embargo a su hijo mayor, John, no le gustaba para nada y trató de deshacerse de él tirándolo al inodoro. Rescatado de tan indecoroso fin, el muñeco sobrevivió y las historias que de él Tolkien ideaba para sus hijos, nació el poema Las aventuras de Tom Bombadil, publicado por primera vez en la Oxford Magazine de la Universidad de Oxford, para la que trabajaba Tolkien, en 1934, es decir, 20 años antes de la publicación de El Señor de los Anillos.
Bastante tiempo después, Jean Neave, tía de Tolkien, le pidió a éste «un libro pequeño que hablara de Tom Bombadil, ese tipo de libro que nosotros los ancianos podemos comprar como regalo de Navidad». Tolkien hizo realidad ese deseo recuperando de esos archivos infinitos de escritos sobre la Tierra Media una serie de poemas que, recopilados formalmente en 1962, llevaban ya muchos años escritos. Como recordaban los editores de Minotauro ya sobre la primera edición de 2005 en castellano de este libro: “su versión original agrupa toda una serie de poemas escritos por Tolkien en las décadas anteriores, en los que experimentaba con el uso y creación de metros y ritmos poco habituales en la poesía inglesa y, además, completaba el cuadro de las tradiciones y leyendas relacionadas con los hobbits y la Comarca. Por otra parte, también ofrecía información adicional sobre uno de los personajes más entrañables y controvertidos de la Tierra Media: Tom Bombadil“.
Pese a la apariencia mayormente poética de Las aventuras de Tom Bombadil, este verdadero hallazgo lingüístico que Tolkien convirtió en exitoso experimento verbal y escrito, lo cierto es que, tras la métrica innovadora escondida en el juego del autor con estos versos, encontramos además un segundo viaje a un universo que configura un nuevo bestiario único, ilustrado con precisa maestría por el toque intencionadamente medieval de Pauline Baynes, influyente artista ligada a la obra de Tolkien desde que éste le propusiese ilustrar su libro El granjero Giles de Ham. Minotauro ha rescatado y mantenido desde la portada original con la que el libro fue publicado por vez primera en 1962 al resto de dibujos que viajan en su interior junto a los poemas, tanto en blanco y negro como en un bitono que hacen de Las aventuras de Tom Bombadil una joya a disfrutar con muchos sentidos a un tiempo.
Protagonizados los 16 poemas por las increíbles peripecias que acontecen en el mundo de Tom Bombadil, ni su baja estatura ni aparente indiferencia hacia el mundo exterior le libran de dirigir su mirada alegre y despreocupada desde su gran corazón como protector y señor del Bosque Viejo, donde su poder es absoluto. El libro nos conduce ante la presencia de los habitantes e historias de ese rincón de la Tierra Media, donde habitan felinos, Olifantes, los sombríos Maulladores e incluso el Fastitocalón, una tortuga gigante sobre la que desembarcan los marineros pensando que es una isla.
El mayor éxito de Las aventuras de Tom Bombadil y, a la vez demostración de la dificultad de traducir la maestría como filólogo de Tolkien a otros idiomas, es que esta edición es completamente bilingüe y, en función de nuestro dominio o conocimiento del inglés, podemos disfrutar, comparar y apreciar tan titánico esfuerzo. “El carácter innovador y experimental de estos poemas plantea graves dificultades para su traducción –remarcaron siempre los editores de Minotauro–, de manera que cualquier intento de emprender esta tarea tiene que ser obligatoriamente una lectura y una interpretación de los poemas originales, ya que es imposible trasladarlos con total fidelidad de una lengua a otra. Hemos optado por una versión bilingüe del texto, para que el lector pueda acceder a la riqueza del poemario original y valorar la dificultad de la traducción, así como los criterios aplicados en el trabajo de verter los versos de una lengua a otra. La versión en castellano tiene su origen en la Lista de Correo Tolkien en Español, cuyos miembros han realizado un gran trabajo filológico y han adoptado unos criterios discutibles pero consistentes, que han permitido ofrecer una versión castellana que intenta respetar al máximo el original y reproducir el espíritu tolkieniano de los poemas”. Estoy seguro de que el amigo del amigo del que os hablaba antes formó parte de este grupo de valientes admiradores de la obra de Tolkien.
Cuando Minotauro publicó por vez primera Las aventuras de Tom Bombadil, igual que ahora reeditándolo, concluyó una labor histórica al ser capaz y seguir haciéndolo, de hecho, de ofrecer a la miriada de seguidores de la Tierra Media todas las piezas existentes y posibles que componen el complejo universo de J.R.R. Tolkien en lengua castellana. Poder disfrutar de nuevo, o por vez primera, de estos poemas que los personajes de El Señor de los Anillos se permitían entonar como parte de su mitología, legado y costumbres, es un acontecimiento que merece la pena conocer, disfrutar y, sobre todo, difundir en esta espléndida edición en tapa dura al más puro estilo de todas las pequeñas y grandes joyas que Minotauro nos ha regalado a lo largo de su impecable historia como editorial.
SOBRE EL AUTOR Y LA ILUSTRADORA DE ESTA EDICIÓN
J. R. R. TOLKIEN
John Ronald Reuel Tolkien nació el 3 de enero en Bloemfontein en el Estado Libre de Orange. A principios de 1895, su madre, agotada por el clima, regresó a Inglaterra con Ronald y su hermano pequeño, Hilary. Tras el fallecimiento de su padre, a causa de unas fiebres reumáticas, él y su familia se establecieron brevemente en Sarehole, cerca de Birmingham. Esta hermosa zona rural causó una honda impresión en el joven Ronald, y sus efectos pueden verse en su escritura y en algunos de sus cuadros. En la King Edward’s School, Ronald desarrolló su amor por las lenguas; más adelante inventaría sus propios idiomas. También por esta época conoció a Edith Bratt, con quien se casó en 1916. Cuando estalló la primera guerra mundial en 1914, Ronald era todavía un estudiante en Oxford. Se graduó al año siguiente, con un sobresaliente en Inglés y poco después fue enrolado como teniente en los Lancashire Fusiliers. En 1916 combatió en la batalla del Somme, pero cayó víctima de la fiebre de las trincheras y fue devuelto a casa como no apto para el servicio.
Tolkien fue uno de los mejores filólogos de su época y gran parte de su vida laboral transcurrió en Oxford, primero como profesor de anglosajón y luego como profesor de lengua inglesa y literatura. Al mismo tiempo, en privado, trabajaba en el gran ciclo de mitos y leyendas que más adelante se publicaría con el título de El Silmarillion. Edith y él tuvieron cuatro hijos, y en parte fue para ellos por lo que escribió el cuento El Hobbit, publicado por Allen & Unwin en 1937. Tuvo tanto éxito que el editor quiso tener en seguida una secuela, pero no fue hasta 1954 que apareció el primer volumen de la obra maestra de Tolkien, El Señor de los Anillos, con un éxito inmediato. Su enorme popularidad sorprendió incluso a Tolkien. Ronald y Edith Tolkien se mudaron a Bournemouth al llegar a la vejez, pero cuando Edith murió en 1971, Tolkien regresó a Oxford. Ronald Tolkien falleció el 2 de septiembre de 1973, tras una breve enfermedad.
PAULINE BAYNES
Pauline Diana Baynes nació el 9 de septiembre de 1922 en Hove, East Sussex. Sus primeros recuerdos son de su infancia en la India, donde su padre trabajaba como comisario en la administración pública india en Agra. Los veranos los pasaba en la estación de montaña de Mussoorie, en el estado de Uttarakhand, en el norte de la India, cuyas vistas y sonidos Pauline todavía recordaba vívidamente 80 años después. Su vida mejoró inconmensurablemente cuando, a los 15 años, pasó dos semestres estudiando diseño en la Escuela de Arte de Farnham, antes de seguir a su hermana a la Slade, entonces en Oxford. Desde el principio supo que quería ilustrar libros infantiles. Sus influencias fueron, dijo, “en primer lugar, una brillante hermana mayor”, seguida de un catálogo de artistas cuyo trabajo estudió y admiró: Edmund Dulac, Rex Whistler, Arthur Rackham, Gustave Doré, los artistas de Punch RS Sherriffs y EH Shepard (que se convertiría en amigo y mentor de Pauline Baynes) y un héroe gráfico particular, el ilustrador francés Jacque-Marie-Gaston Onfray de Bréville, que firmaba su trabajo con el acrónimo seudónimo “Job”. Fue a través de un compañero de trabajo, Powell Perry, que pertenecía a una empresa familiar que imprimía libros ilustrados para niños, que Baynes recibió su primer encargo, ilustrar un libro titulado Signo de interrogación. Su debut como escritora e ilustradora, Victoria and the Golden Bird, apareció en 1948 y, en el mismo año, llegó el encargo que establecería su reputación cuando una carpeta de obras de arte presentada a la editorial George Allen & Unwin fue mostrada a J. R. R. Tolkien, el autor de El hobbit.
Tolkien había escrito El granjero Giles de Ham, una novela humorística sobre dragones y caballería andante ambientada en un período seudomedieval, pero no estaba satisfecho con el trabajo del artista que había sido elegido como ilustrador. El trabajo de Baynes atrajo la atención de Tolkien y consiguió el trabajo, creando una serie de imágenes animadas que imitaban ingeniosamente el aspecto de los manuscritos medievales iluminados. Baynes captó tan perfectamente la esencia del relato de Tolkien que declaró que eran “más que ilustraciones, son un tema colateral”. También se deleitaba con contar que sus amigos habían dicho que sus dibujos habían logrado reducir su texto a “un comentario sobre los dibujos”. El granjero Giles de Tolkien fue el comienzo de una larga amistad y una colaboración repetida entre el autor y el artista, con Baynes decorando los libros posteriores de Tolkien, Las aventuras de Tom Bombadil y Smith de Wootton Major y, póstumamente, Hoja de Niggle y La última canción de Bilbo.
Tolkien había expresado la esperanza de que Baynes ilustrara El Señor de los Anillos, pero el libro se convirtió en un proyecto gigantesco que hizo que ese plan fuera impracticable. Sin embargo, creó versiones inmaculadamente dibujadas y exquisitamente coloreadas de los mapas del autor de las tierras recorridas por Bilbo y Frodo Bolsón, y su diseño de estuche para los tres volúmenes de la epopeya de Tolkien fue adaptado más tarde como portada para la edición original de bolsillo de un solo volumen, un accesorio indispensable de la generación de los años sesenta, con su evocador paisaje de la Tierra Media vista a través de una puerta de árboles amarillos y arqueados.
Pauline murió en agosto de 2008, mientras aún trabajaba en proyectos como una versión muy decorativa del Corán. También estaba a mitad de camino de unas Fábulas de Esopo muy coloridas. Sigue siendo una de las ilustradoras más influyentes del siglo XX.