Ningún autor o autora, por distante que sea su relación con sus personajes, es capaz de evitar la más obvia implicación que le une a ellos: son sus creaciones. Un paso más allá de sencillamente contar historias, hay un prolífico subgénero en literatura, arte, cine y también en el cómic en el que determinados artistas han sido capaces de llegar muy lejos, logrando el éxito incluso, elaborando relatos a partir de sus propias vivencias, de sus propias vidas. Y, lejos de quienes dotan a su ficción de partes de si mismos o de lo que siempre quisieron ser o hacer, como podrían ser los superhéroes de los cómics, directamente pasan a ser protagonistas de lo que nos cuentan. De entre cientos de ejemplos, personalmente me resulta inevitable no pensar en Craig Thompson y su Blankets. Pero mucho más cerca geográficamente, el autor Zerocalcare, nombre artístico tras el que se esconde el dibujante de cómics e ilustrador italiano Michele Rech, lleva años demostrando como a veces, la propia vida, rutina y recuerdos, son capaces de generar tanto interés como para lograr una media de dos millones de lectores en toda Europa de sus obras, editadas todas ellas en castellano por Reservoir Books. Por eso ahora, en el momento en que sigas leyendo esta recomendación, nos gustaría recomendarte por muchas razones su espléndido nuevo trabajo, Será todo para mí.

Será todo para mí es un «road cómic» perfecto. Con la excusa de comprobar qué ha pasado exactamente cuando una amiga del padre de Zerocalcare avisa a éste de que una cañería ha reventado en la vieja casa familiar perdida en el pueblo de los ancestros familiares, en el Véneto, al pie de las impresionantes moles de los Dolomitas, padre e hijo emprenden un largo viaje ideal para hablar, ponerse al día, entenderse. Sin embargo lo que resulta evidente desde el principio es que su padre, representado como si fuera Ping, el pájaro que es padre de Kung Fu Panda, es la misma persona hermética a la que descubrimos cuando el autor comienza a intercalar hábilmente fragmentos de su pasado. Honestamente, el ejercicio que sigue a continuación es un verdadero acto de valentía por parte de Zerocalcare, puesto que, adornado con mucho humor y mala leche, marca de la casa, lo que nos cuenta son en realidad, algunos de los momentos clave que definieron parte de quién es como persona, por ejemplo el recuerdo del día en que sus padres decidieron divorciarse y cómo fue su vida, repartida en dos hogares, a partir de entonces. «Cuando escribí el libro -explica al dibujante en una de sus muchas entrevistas promocionales para medios italianos desde la publicación del libro-, lo hice siguiendo mi propio fluir de la conciencia. Sabía que tenía que hablar de la relación con mi padre y empecé a hacerlo sin darme cuenta. Pero ahora que esto empieza a tener repercusión pública, me siento ansioso porque no sé si, en realidad, quiero hablar de esto con otros».

«El libro nació como una historia sobre la relación con mi padre -continua explicando el autor sobre el libro- porque, tras ver Aftersun en el cine, la historia de un adolescente que pasa su último verano con su padre, sentí que varias cosas habían cambiado y que la película también me conmovió. Así que quise explorar esa relación paternal que nunca había abordado en los cómics, pero ni siquiera con palabras en la vida real. Al hacerlo, me di cuenta, en parte por mi propia naturaleza, de que avanzaba por el flujo de conciencia y, de hecho, el libro tomó una dirección que va más allá de la relación con mi padre y se dirige hacia la observación del paso del tiempo». Y es que los saltos temporales van mucho más allá de los recuerdos de su infancia o los primeros veranos a solas con su padre en los que éste trataba de hacer feliz a un niño al que, ya por entonces, no comprendía. Dividido en tres actos, ya en el primero y sin que lo esperes pero hábilmente encajado, como todos los poderosos flashbacks que, empujándose unos a otros, al final acaban explicando todas las historias, Zerocalcare reconstruye el pasado de sus ancestros viajando a principios del siglo XX, a los orígenes de Merín, ese pueblo de montaña al que se dirigen el protagonista y su padre y donde los actos de su abuelo y tatarabuelo acabarán explicando también la misteriosa frase que encuentran pintada en la fachada de su casa a su llegada: «La montaña nunca olvida».

Con un ingente legado que acumula tantos títulos como éxitos en el papel y fuera de él, como atestiguan las exitosas series animadas que Zerocalcare creó para Netflix, lo que resulta más fascinante de Será todo para mí son el dominio narrativo de este dibujante que no duda en llamar a cada cosa por su nombre, además de una fluidez gráfica que, pulida y ganada con su trabajo obra tras obra, alcanza aquí la más sobrada maestría. El estilo del dibujante siempre ha sido tan caricaturesco como sus guiones, donde demuestra ser capaz de reírse de todo pero siempre incluyéndose a si mismo. Pero la forma en que construye aquí sus páginas hacen de la lectura de este libro una experiencia tan intensa como todos los detalles que nos cuenta en su búsqueda imposible de entenderse con una persona de la que le separa no sólo un abismo generacional, sino formas de entender el mundo y las cosas lamentablemente irreconciliables. «Seguramente en la relación con mi padre el amor o el cariño no están en duda -explica el dibujante-, y no disminuirán; claro, corremos el riesgo de dejar muchas cosas sin decir, cosas que podríamos habernos dicho. Pero no es solo él, sino también yo. Soy capaz de escribirlas en cómics, pero luego no de decirlas. Lo que he escrito en estas páginas no se lo he podido decir a la cara ni antes ni después».

Restándole importancia a los momentos históricos reales a los que nos llevan como testigos las historias que se cruzan en el viaje principal, Zerocalcare completa los huecos y anestesia la crudeza de algunos momentos sin perder un ápice de su ácido humor habitual. Algo que llega hasta le propio título del libro ya que, anquilosado en sus propias manías y vicios, el dibujante recuerda en varias ocasiones la que, según su padre, será su mayor herencia: “según mi padre -explica además en cada entrevista-, cuando muera, me quedaré con todo lo que compra a diario, desde revistas a una colección de coches de juguete que han ganado las 24 Horas de Le Mans durante los últimos 50 años”.

Verdadero urbanita moderno, casi incapaz de permanecer ni por unos días aislado por la tecnología que nos mantiene a todos enganchados a esa vida virtual que tanto se aleja de las personas de carne y hueso que nos rodean de verdad, el experimento de pasar tiempo con su padre en un punto de la vida de ambos en que ninguno va a ceder nada por el otro, Zerocalcare y Será todo para mí nos hacen reflexionar también a nosotros como lectores sobre todas las dudas, reflexiones y temores que, el silencio tecnológico devuelve amplificadas al personaje: «eso abarca lo que podría haber hecho o sido en la vida -confirma al autor-. Nunca se me habría ocurrido hacer cómics y ahora soy muy feliz. Pero ahora me cuesta pensar que podría convertirme en paleontólogo, como soñaba de pequeño. En cuanto al tema de los hijos y la familia, está claro que todavía puedo tener hijos, lo que significa que estoy empezando a ser adulto. Pero eso implica también afrontar la muerte de mis padres o la inversión en la responsabilidad de cuidar».
Lo que verdaderamente es más evidente es que si has leído y disfrutado antes con las viñetas de Zerocalcare, coincidirás en que Será todo para mí es una obra que, en casi todos los sentidos, supera todas las anteriores, haciéndose imprescindible para cualquier amante del mejor cómic europeo, con apellidos italianos en este caso particular.
SOBRE EL AUTOR
ZEROCALCARE
Zerocalcare es el seudónimo de Michele Rech (Arezzo, 1983), dibujante de cómics e ilustrador italiano. El nombre artístico nace cuando, habiendo de escoger un apodo para inscribirse a un foro de internet, encontró la inspiración en el anuncio televisivo de un producto de limpieza anti cal. Su trayectoria artística comienza cuando termina la educación obligatoria con dieciocho años e ilustra los acontecimientos de la Contracumbre del G8 en Génova, en julio de 2001. Desde entonces, ha colaborado en varias publicaciones, como Liberazione, la Repubblica XL o la revista Mamma! A finales de 2011 autoeditó su primer libro, La profecía del armadillo, con el que ganó Gran Guinigi, el premio más importante del cómic italiano, que lo dio a conocer al gran público. Desde entonces ha publicado Un pulpo en la garganta (2012), Ogni maledetto lunedì su due (2013), Dodici (2013), Dimentica il mio nome (2014), L’elenco telefonico degli accolli (2015) y Kobane Calling (2016), que lo han consolidado como uno de los mayores de referentes de la ilustración en su país.


