Hablamos con Luis Garbayo Erviti, autor de «Coll. Trayectoria de un historietista insólito». Norma Editorial.

El legado del pasado. Inevitable pilar de cada presente imaginable. 2024 ha sido un año en el que cualquier editorial en la que pienses ha recuperado clásicos de ayer y hoy, pero sobre todo de ayer. Con poco que revises nuestras recomendaciones de los últimos meses redescubrirás comentarios sobre joyas reeditadas o publicadas por vez primera en castellano. Parece ser que, a la encomiable labor arqueológica a veces de muchos editores preocupados por mostrarnos el valor de tesoros en viñetas que nadie debería perderse, le acompaña un cierto éxito comercial. Y, con independencia del autor o década del pasado siglo XX del que provengan las páginas recuperadas (McManus, Quino, Moebius, Corben, Alcalá, Al Capp, E.C. Segar, Frazetta…), la nostalgia puede más que ninguna otra cosa y muchos de esos libros acaban agotados en sus prudentes y moderadas tiradas. El resultado debería alegrarnos sobremanera porque eso significa que seguirá siendo posible recuperar más títulos y a más autores. Quizás gracias a este fenómeno haya sido posible el último libro que quiero recomendaros muy especialmente en este 2024: Coll. Trayectoria de un historietista insólito, que nos es una reedición pero sí un tributo a uno de los mejores dibujantes de historietas del siglo XX español. Este es sin duda un libro que era necesario y que hace justicia a un artista tremendamente innovador que forma parte del panteón de nuestro cómic como uno de los autores más especiales y únicos, cuyo legado se mantiene con una extraordinaria y cuidada obra acorde a la figura que recupera.

Honesto homenaje, trabajo teórico, contrastada fuente de valiosísima información, el estudioso, escritor pero, sobre todo aficionado y amante del cómic Luis Garbayo Erviti, nos ofrece una visión única y a la vez documento incunable donde repasa desde sus modestos inicios a su época dorada de un dibujante como no ha habido otro en la península: Josep Coll. Como recuerda Luis Garbayo Erviti a menudo: «en una encuesta realizada en marzo de 2021 por la revista Rock de Lux entre dibujantes y expertos para elegir los cien mejores tebeos españoles, ocupó el quinto lugar, tras Carlos Giménez, Kim/Altarriba, Ibáñez y Nazario. Es la mejor posición conseguida por un dibujante fallecido cuya obra prácticamente no se publica». Posiblemente si Coll hubiese nacido en otro país o en otra época, su nombre compartiría no sólo el lugar que sí mantiene junto a todos esos nombres de clásicos extranjeros mencionados antes, sino que su popularidad sería masiva no sólo entre autores y críticos, sino también ante público tan potencialmente masivo como el lector de tebeos.

Tebeo. Nuestra palabra para los cómics. No olvidemos que posiblemente todo lector actual adicto al manga, desconoce que TBO fue una mítica publicación periódica española fundada en 1917 y que este dato está recogido en nuestro Diccionario de la Real Academia Española porque la segunda acepción de la palabra, «serie de aventuras contada en forma de historietas gráficas» surgió de esa publicación. Publicación en la que, por supuesto, desarrolló prácticamente toda su carrera, potencial y esfuerzo Josep Coll.

No es la primera vez que lo cuento aquí, pero junto a los omnipresentes personajes de Ibañez y la escudería Bruguera, fui de los afortunados que aprendí a leer también con las compilaciones que de la revista TBO se editaban a finales de los años 70 del siglo pasado. Desconozco si para la ingente cantidad de seguidores y admiradores de toda clase y condición de Coll fue algo parecido, pero la verdad es que, descubierta la limpieza de trazo de este genial dibujante catalán, el efecto e influencia de su narrativa es algo que queda grabado a fuego durante el resto de tu vida. Coll nunca negó su innegable influencia del cine en su forma de entender el espacio en sus viñetas. Como escribe Luis Garbayo Erviti en este libro: «Coll construye muchas de sus historietas mediante secuencias de viñetas dibujadas al estilo de la cámara fija del lenguaje cinematográfico: no modifica ni el encuadre (generalmente, en plano general o entero) ni el punto de vista, rara vez usa el zoom para alejarse o acercarse de la escena, y las únicas alteraciones que se permite son pequeños travellings horizontales para encuadrar el movimiento del personaje en la viñeta. Se podría decir que Coll traspone el gag cinematográfico a la historieta convirtiéndola en una minipelícula de cine mudo».

Su tridimensionalidad y perspectiva fueron únicas en su momento. Y la forma en que contaba historias cortas en una sola página, en el espacio justo y, a ser posible, sin palabras, es la mayor virtud a la que aspiran la mayoría de dibujantes y autores de cómic: decirlo todo sin necesidad de utilizar ni una sola palabra.

Coll. Trayectoria de un historietista insólito es un obra enorme en todos los sentidos, pero este no es su primer acercamiento a la figura del dibujante, puesto que su labor como divulgador de la obra Coll le ha llevado a comisionar varias exposiciones en diferentes ciudades españolas ya desde 2023.

He hecho varias, el año pasado fue en Madrid en la Red Itiner por varios ayuntamientos. En Vallecas y en Torrejón pude exponer muy bien por el gran espacio del que dispuse. Y antes estuvo en Pamplona en el Salón del Cómic, que esa fue la primera y luego estuvo la exposición «Coll, sin palabras» en el Centro Cultural Okendo de San Sebastián. Llegó 2024 -el año del centenario del nacimiento del autor- y me dije que tenía que hacer algo en Barcelona que es donde nació y murió. Tuve que pelear y al final conseguí esa salita que es un Centro Cívico Urgell e hice una exposición muy ajustada al espacio que había, sin prácticamente originales, porque no había vitrinas, en fin una cosa muy limitada pero yo quedé satisfecho porque ya hubo un homenaje en forma de exposición y ahora éste es el homenaje en forma de libro. Es un libro que creo necesario porque se habían publicado muchas recopilaciones por parte de Ediciones B, luego Salvat consiguió los derechos y llegó a unos acuerdos con Ediciones B y publicaron algo también.

Pocos aficionados llevan su tiempo a una implicación y dedicación tan exhaustiva. ¿Cómo nace esta admiración por un dibujante que, en todos los casos, sí fue indudablemente notable y diferente al resto de su generación y cómo llega a la concepción de este libro?

No sé (sonríe). Me jubilé hace poco. Yo era fan de Coll de chaval porque en casa leíamos el TBO y Coll era otra cosa diferente al resto. Coll siempre fue un referente. No te voy a decir que influyó en esto pero no sé, me quedé con su dibujo. Luego me dediqué a la comunicación audiovisual, tenía una empresa de edición, diseño gráfico, doy clases de eso. La cosa empezó en 2010. Yo compré un original que es el de la portada del  libro en una galería de Barcelona del Ensanche donde había una exposición de originales de Coll. Compré uno porque iba a trabajar a Barcelona un día y coincidió pasaba por allí de casualidad y a partir de ahí empecé, me metí en ese mundo raro de la venta de originales aunque no tenía acceso a esa forma de comprar originales porque vivía en Pamplona. Pero ahora gracias a internet me puse en contacto con gente que vendía, alguna subasta incluso. He comprado originales de Coll hasta en una subasta americana y fui acumulando y llegué a tener más de 90 originales, por eso cuando me jubilo pensé que con eso habría que hacer algo. Había escrito ya algún corto, había publicado algún libro y como escribir no me cuesta y me gusta me dije de hacer algo. Ya existía el libro que publicó Editorial Diminuta que se llama El observador perplejo que lo hizo Joan Manuel Soldevilla como coordinador con el artículo principal además de otros textos, pero eran artículos de tesis, de opinión, pero no pasaban a estudiar la obra, a analizar, a estudiar qué pasa antes de TBO, dónde publicó, cuándo publicó, qué tipo de dibujo hacía. Me parecía que había que hacer esa labor de investigación y eso lo hice gustosamente, creo que me ha llevado hacer dos años el libro.

Lo que hace completo este libro es que, efectivamente, recoge con detalle la carrera completa del autor. El apartado gráfico es sobresaliente pero toda la información aportada complementa la cantidad de ilustraciones y dibujos con todo detalle. ¿Resultó fácil recabar toda esa información, ya que comenta todo el tiempo que le ha llevado preparar el libro?

Una de las dificultades que encuentra un estudioso o investigador de esto es que no hay una colección es España, aunque te parezca sorprendente, ni en Cataluña, del tebeo. Ni en la Biblioteca Nacional ni en la de Cataluña, en ningún sitio. Yo tenía la ventaja de que sabía el año que había empezado a dibujar, pero yo quería ver el TBO que leía él, desde el 17 hasta la Guerra Civil porque era su patrón y era su modelo y tuve que comprar aunque no hay colecciones completas  ni de lejos. De la segunda etapa de TBO que es la que no tiene numeración, desde el año 43 hasta el año 52 tuve que comprar todos los números, que es un mercado que la gente ya valora y que resulta caro. A partir del 53 ya se puede encontrar o comprar en internet porque hay gente que los ha escaneado y están en pdf. Pero del 52 para atrás está la dificultad. Al final me hice un excel para ver todo lo que había publicado y contabilicé algo más de 4000 páginas, aunque en TBO había verdaderos animales como Benejam o Blanco que publicaron mucho más que él. Aunque luego he visto ejemplares de TBO con 9 historietas de Coll, sobre todo al final. En el año 74, cuando hacen el TBO 2000 y sale en portada “desde hoy Coll, el mejor dibujante de España o español” y salía siempre en portada donde estaban sus historietas hasta el final de la revista que muere en el 83.

En el libro, aparte de recoger algo que anteriormente no se había estudiado, que es la etapa antes de TBO, en qué revistas publica, que tipo de dibujo hace. En el año 49 ya entra en TBO porque ese era su seño, de chaval era lo que admiraba aunque él aprende y leía Aventurero, la revista que publicaba en España antes de la guerra Flash Gordon, El Príncipe Valiente, Popeye, Tarzán a través del sindicato que vendía por todo el mundo de Herst. Eso desaparece cuando acaba la guerra porque ya sabes que prohíben todas las publicaciones periódicas. Coll donde aprende y conoce la forma de narrar americana es con Aventurero. Eso es importante, porque Hergé decía que los americanos aunque la historia sea estúpida, saben contarla muy bien. Y es verdad, creo que el cómic no es sólo dibujar, es narrar, es contar una historia y en eso Coll fue un maestro también, no sólo con el dibujo, tan limpio, tan expresivo, sino en cómo generar secuencia. Y ahí he hecho énfasis en el libro porque tiene formas de narrar muy interesantes en las que incluso renuncia a sus virtudes, que son la expresividad, la calidad del dibujo, el movimiento. Entonces hay algunas historietas en las que renuncia a todo esto y crea unas historias fantásticas y eso es algo que verás en el libro.

Sin embargo el detalle con el que está tratada su longeva etapa en TBO merece igualmente la pena. Los detalles, las comparativas, las planchas analizadas y la cantidad de originales aportados. No existía nada parecido.

Coll publica sobre todo en TBO que era la competencia de Bruguera, aunque era otro ámbito y al final Bruguera compra TBO y luego Ediciones B compra Bruguera y todo se funde en uno, pero no tienen nada que ver los autores con TBO y sobre todo con Coll, porque Coll dentro de TBO era como un oasis, porque hasta visualmente era totalmente diferente y muy moderno. Esa es la historia. Tú ves ahora una historieta de Coll sin palabras a poder ser. En realidad era una imposición de TBO. Los bocadillos que le impusieron y añadieron después era el criterio del director. Pero algunas historietas que él dibujó sin bocadillos luego las publicaron con bocadillos, por eso en el libro recojo ese contraste. Nos quedábamos con Coll porque no sabíamos lo que pasaba ahí, algo estaba pasando y luego nos dimos cuenta que es que era moderno, pero moderno no es el que está a la moda, sino el que no pasa de moda. Coll dibuja muy despojado de cosas. Con muy pocos elementos crea tridimensionalidad. No le sobra ni una línea en la viñeta ni una viñeta en la historieta. Es perfecto.

Su técnica era un tema de economía. Dentro de una misma historieta calcaba un dibujo y lo reproducía o de una historieta a otra. Tú no te das cuenta porque él es un maestro. Le costaba una historieta dos días hacerla porque era muy meticuloso, muy minucioso, muy parecido a Hergé. Se parecían en muchas cosas, incluso en que fumaban los dos como cosacos. Los dos eran muy perfeccionistas, muy obsesivos con el trabajo. Los dos utilizaban el espejo dibujando y  mucho borrar y mucho dibujar. Hasta el punto que cuenta Coll que cuando al fin pasaba el dibujo a tinta, y esto lo dicen muchos, era como un divertimento, coser y cantar, algo relajante.

Teniendo en cuenta la cantidad de material ingente incluido en el libro, ¿qué criterio siguió a la hora de la reproducción de láminas y originales? Muchas de ellas no aparecen tratadas, al contrario aparecen como si fuesen la prueba documental del proceso de creación, edición y publicación de los dibujos de Coll.

He respetado el estado porque él dibujaba con un papel uniforme, un Gvarro. Hay algunas planchas que estaban perfectas y otros que estaban más deterioradas, pero se trataba de reproducirlas tal cual, que creo es la gracia también de este tipo de reproducción. Ha habido alguna que estaba muy mal y ha habido que trabajarla un poco porque claro, había que publicarla, pero en general he respetado un poco el estado y luego tienen todos los apuntes de dimensiones, precio y de reedición, porque el propio TBO el archivo tachaba cuando se había publicado por última vez. He utilizado también reproducciones directas de TBO de las impresas, aunque la impresión de TBO era muy mala en general, con excepción de alguna época mejor pero en general no registraba bien los colores en su sitio y hay algunas terribles pero quería que algunas historietas salieran. Es ahí donde te das cuenta de las modificaciones que efectuaban sobre sus originales, por ejemplo yo tengo un original con bocadillos que habían sido añadidos después pero tengo la prueba de que él la había dibujado sin bocadillos porque estaba publicada limpia. Hay un equilibrio aunque la mayoría son originales que creo que es lo que le aporta al libro gracia: ver la obra del autor tal cómo la trabajo. Se ven los pegotes de las correcciones.

¿Contó con la familia del autor a lo largo del proceso de creación del libro?

La familia fue al final, era fundamental que entrara en contacto con ellos porque sabes que sin el permiso de la familia no puedes editar nada, ya sabes que aunque tú seas propietario de un original no puedes editarlo. Puedes exhibirlo, pero no editarlo o publicarlo. Ahí poco a poco fuimos labrando una relación e amistad que creo que ahora es muy fuerte y al final es cuando sorprendentemente, el hijo con el que mantengo el contacto descubrió que guardaban muchos originales, aunque alguna vez en alguna entrevista Coll había dicho “yo no guardo originales, si eso no tiene valor”. Así que sí he tenido accesos a esos originales de la familia, relacionados en el libro.

¿Resultó fácil convencer a Norma Editorial para que le apoyasen en la realización de este libro con ellos?

Rafa Martínez, el propietario de Norma Editorial, había publicado Cairo, que fue la publicación que supuso la recuperación de Coll en los 80, de modo que cuando le presenté el proyecto dijo a ojos cerrados que quería editarlo y tuvo la mejor disposición.

SOBRE LOS AUTORES

JOSEP COLL

Josep Coll (Barcelona, 1924-1984) es considerado por muchos críticos y especialistas —y, sin duda, por sus admiradores— como uno de los mejores dibujantes de historietas del siglo XX español, y no son pocos los que hacen extensivo este reconocimiento al ámbito europeo y mundial. A muy temprana edad compaginó el trabajo en una cantera con los estudios en la Escuela Industrial y en la de Artes y Oficios de la Ciudad Condal. Se inició en el tebeo hacia 1948, en revistas como Pocholo, Chispa, Mundo Infantil, PBT, Nicolás, KKO La Risa, pero sobre todo alcanzó fama a partir de 1949 gracias a su colaboración con la revista TBO, donde se especializó en historietas sin personajes fijos, protagonizadas por arquetipos humanos. TBO fue la revista que en España dio nombre a todos los tebeos, y se convirtió en uno de sus pilares. En ella Coll aportó sus originales regularmente hasta 1964, cuando, por motivos económicos, dejó su colaboración para dedicarse a la profesión familiar en la que se había iniciado de adolescente: la albañilería. Algunos han visto en este abandono del oficio de historietista —que, afortunadamente, no fue total— uno de los mayores errores editoriales de la España del siglo XX.

Además de para TBO, trabajó para otras revistas, en español y en catalán, como La Risa, Álex, Tururut o L’Infantil, para la que creó una de sus poquísimas series con personajes fijos, En Bufa i en Pumpun. Aunque volvió a dibujar tebeos de nuevo en 1981, cuando se trataba de recuperar su figura y su indudable arte en vida, murió tempranamente a los 60 años. Sin embargo Coll sigue estando vivo. Pervive en la memoria de los que disfrutaron de sus historietas en el TBO y hoy es reconocido por las nuevas generaciones de dibujantes de cómic. En una encuesta realizada en marzo de 2021 por la revista Rock de Lux entre dibujantes y expertos para elegir los cien mejores tebeos españoles, ocupó el quinto lugar, tras Carlos Giménez, Kim/Altarriba, Ibáñez y Nazario. Es la mejor posición conseguida por un dibujante fallecido cuya obra prácticamente no se publica.

LUIS GARBAYO ERVITI

Licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad Autónoma de Barcelona. Trabajó de redactor y tipógrafo, antes de cofundar los estudios de comunicación y diseño gráfico BEGA (1990-2002) y Estudio KEN (2002). Ha sido profesor en la Facultad de Comunicación (2002-2013) y en el master de Comunicación Política y Corporativa (2004-2018) de la Universidad de Navarra.

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