Hay determinadas fechas en el año en que la vorágine consumista nos arrastra inevitable a lo que la mayoría consideran normalidad. Precisamente una de las mejores formas de mostrarse excepcional y por encima de los rebaños de ovejas zombis que se pelean en los centros comerciales y grandes superficies es regalar, si se da el caso, algo tan valioso como cultura. Como puedes imaginar, en el caso de este lugar en concreto, siempre te recomendaremos que regales o te regales cómics. El título invitado hoy es La odisea del espacio. Historia de la conquista espacial, un libro ideal tanto para aficionados al cómic europeo puro y duro, como para los amantes del lado más divulgativo pero entretenido como resultado de las posibilidades que ofrecen las viñetas para contar historias y también enseñarnos. En todos los casos, aunque sólo sea por asistir al espectáculo de dibujo que ofrece Éric Lambert, este viaje a las estrellas vistas con los pies en la tierra bien merece que te asomes a lo que esconde tras su insondable portada.
Aunque la verdad es que si La odisea del espacio. Historia de la conquista espacial funciona especialmente bien como relato es gracias al aún mejor hacer de Arnaud Delalande, un narrador experto cuyas novelas históricas se han traducido en varios países. Y es que, previamente a embarcarnos rumbo al espacio exterior o a la conquista de la luna, Delalande inicia esta novela gráfica desde el verdadero origen de todo: el Big Bang que tuvo lugar hace aproximadamente 13.800 millones de años. Sirviéndose del recurso de contarnos la historia a través de una Inteligencia artificial omnisciente que ejerce de narradora bajo el nombre de Vic766, el guionista personifica el asombroso repaso y resumen al que estamos a punto de asistir, desde que la vida surgió en la Tierra salida del mar hace 10 mil millones de años hasta que apareció la humanidad para hacerse hueco en este planeta casi 3 millones de años después.
Gracias a la arqueoastronomía, una disciplina «que surge de la arqueología, tratando de estudiar las observaciones astronómicas del pasado e interpretarlas con ayuda de los conocimientos actuales», se han comprobado hallazgos tan relevantes como que las pinturas prehistóricas contenidas en la cueva de Lascaux podrían haberse usado «para representar el cielo antes de convertirse en un templo dedicado a los astros. Las pinturas de los Toros simbolizan las constelaciones». Es así que queda claro que ya algunas civilizaciones de la Edad del Bronce y del Neolítico, tenían nociones de astronomía, relacionando las estaciones e identificando constelaciones. De ahí el salto temporal, medidos por la importancia de los grandes círculos megalíticos como Stonehenge, verdadero observatorio astronómico con 4.000 años de antigüedad, pasa a esbozar e iluminarnos con los descubrimientos más importantes que le siguieron al hecho de la fascinación de los seres humanos por la bóveda estrellada que cubre y guía cada noche: de la Babilonia mesopotámica a las civilizaciones griegas, incas, indias, árabes.
Ameno, conciso y nítido como sólo los mejores profesores saben resumir, Delalande llega rápidamente, a través de los detallados dibujos de Lambert, a las figuras y teorías de Galileo, Kepler, Newton y Einstein, artífices de modelos cósmicos más cercanos. Mezclándolo con detalles tan importantes como el avance de la ficción en torno a esas mismas ideas, El guionista nos recuerda también El viaje a la Luna de Méliès o la imaginación de Fritz Lang en La mujer en la Luna. Todo antes de detenerse páginas suficientes en el vital episodio que, cínicamente, otorgó la primera gran conquista espacial a las manos del nazi Werhner Von Braun, quien diseñó en una base secreta del Báltico los terribles cohetes V2 que causarían el pánico y la destrucción en los numerosos bombardeos sobre Londres. Por suerte el fin de la II Guerra Mundial evitó males mayores por un lado, aunque la Historia permitió a los vencedores los excesos sacados de mentes científicas que compartían y provenían de teorías semejantes, pero para crear bombas atómicas que usar sobre población civil.
Lo que viene a continuación, aún fruto de la tensa Guerra Fría entre Estados Unidos y la antigua URSS, que estuvo en varias ocasiones a punto de terminar del todo con el planeta sumido en una Guerra Nuclear, demuestra que al menos los mayores esfuerzos en destacar y saberse o creerse por el uno encima del otro, se centraron de igual modo que la carrera armamentística nuclear, en la conquista del espacio en una obsesiva carrera por ver qué potencia era capaz de mayores hazañas antes que el otro. Y aquí La odisea del espacio. Historia de la conquista espacial se convierte en excelente e imprescindible enciclopedia ilustrada con todo lujo de detalle por Éric Lambert recordándonos los episodios y nombres que todos conocemos en esa lucha por llegar a las estrellas, pero también todos los demás nombres implicados en cada avance, por mucho que en ocasiones el precio a pagar por alcanzar el progreso implicase incluso la pérdida de valiosas vidas que lo arriesgaron todo para hacernos llegar más lejos como especie.
Es así como descubrimos que el mono Albert II fue el primer primate que admiró la Tierra desde el espacio a 134 kilómetros de altitud. Y después, la carrera hacia mayores logros se inicia y transcurre imparable por frenéticas páginas donde el dibujo de Lambert se hace aún más realista, detallado y creíble contándonos como fueron los rusos los primeros en lanzar un satélite artificial en octubre de 1957 para colocarlo en órbita alrededor de la tierra a 28.000 km/h. Apenas un mes después, los rusos lograron que su Sputnik 2 diese la vuelta a la Tierra con un ser vivo dentro: la legendaria perrita Laika. La respuesta norteamericana no se hizo esperar y en 1958 se crea la NASA, la primera agencia especializada que nació con el objetivo de enviar al primer hombre al espacio. Aunque los rusos volvieron a adelantarse, ya que el 12 de abril de 1961 el soviético Yuri Gagarin pasa a ser el primer cosmonauta de la historia de la humanidad en órbita. Los norteamericanos, desesperados por ir tan por detrás de la ingenieria rusa, realizaron sus dos primeros lanzamientos balísticos tripulados en mayo y julio de 1961. Sin embargo la repercusión de las hazañas de Alan Shepard y «Gus» Grisson respectivamente, durante la presidencia de Kennedy, no tuvieron la misma repercusión ni permanencia en la memoria colectiva.
Te aseguro que Delalande y Lambert son un dúo creativo excepcional que convierten en apasionante cada paso en la historia que nos llevó a todos a la luna. Te invito a ponerle nombre y apellidos a cada logro posterior, a los avances y retrocesos, los dramas y las alegrías que hicieron que, pese a las diferencias entre potencias, nos acercásemos todos a sentir la presencia del firmamento que nos observa mucho más cerca: la misión del Apolo 9 minuto a minuto, la inolvidable aventura del Apolo 13, cuyo depósito combustible explotó en vuelo, poniendo en peligro a la tripulación. Llegados a la fecha histórica del domingo 20 de julio de 1969, cuando el módulo Eagle logró alunizar y Neil Armstrong dejó su huella sobre el suelo de la Luna es verdaderamente espectacular. Ayudado por la mucha información gráfica existente, los autores nos trasladan, más allá del lado científico, a todos los detalles de este momento histórico como si del mejor cómic de ciencia ficción se tratase. Y aún quedan muchísimos más eventos a los que asistir gracias a las viñetas de Lambert y la fluidez narrativa de Delalande.
Primer cómic en abarcar al completo toda la historia de la exploración espacial con todo lujo de detalles, sin duda hay que mencionar y destacar la colaboración y presencia excepcional de la Agencia Espacial Europea (ESA) en la aportación de datos y documentación fidedigna, además de una base científica sólida y una precisión de primer orden para la realización de tan elegante proyecto. El resultado es un cómic que se puede disfrutar como historia realista pero que, sobre todo, aporta visualmente un ángulo a los avances de la humanidad en la carrera espacial que hacen a este libro digno no sólo de cualquier biblioteca que se precie, sino que tenemos delante una poderosa herramienta didáctica con la que muchos docentes podrían dirigir sus clases de un modo gráfico y ameno.
La aportación tanto de la ESA como de la Sociedad Astronómica de Francia (SAF) en la realización de La odisea del espacio. Historia de la conquista espacial, añadido a la nacionalidad europea de los autores, otorga al relato una objetividad añadida, ya que en la parte final de tan ilustrativas 183 páginas, quedan reflejados los logros europeos en la conquista espacial además de la presencia imparable de otras potencias como China reclamando el lugar que su avanzada tecnología le permite a día de hoy. Sin duda un documento único, científico y práctico a la vez, apasionante y apasionado, didáctico y entretenido, que se disfruta en una muy cuidada edición en tapa dura por parte de Liana Editorial que permite alejarnos más allá de la atmósfera en una novela gráfica del todo diferente.
SOBRE LOS AUTORES
ARNAUD DELALANDE
Arnaud Delalande es escritor y guionista de cómics y películas. Su primera novela, Notre-Dame sous la terre, vendió casi 10.000 ejemplares y fue traducida en varios países. En mayo de 2002 publicó su segunda novela, La Iglesia de Satán, de Grasset. Recibió el premio Évasion des Relais H en la primavera de 1998 y el premio Charles Oulmont de la Fundación de Francia. Tras el éxito de su Dernier Cathare, publicó en 2012 su segunda serie de cómics con 12 bis: Surcouf. Es autor de una docena de novelas históricas traducidas a diversos idiomas. Con Hubert Prolongeau, coescribió la serie Cagliostro y el díptico La juventud de Stalin. Es miembro del consejo de administración de la ONG Bibliothèques Sans Frontières. Es autor del guion de Cuando el trabajo mata publicado por Garbuix en 2022.
ÉRIC LAMBERT
Éric Lambert nació el 4 de noviembre de 1968 en París. Quince años después, la publicidad despertó rápidamente la curiosidad de este joven que luego siguió cuatro años de estudios en la Escuela Profesional de Diseño Industrial. Sin embargo, las diversas prácticas que realizó le hicieron darse cuenta rápidamente de que ese no era realmente su camino. Por eso decidió reorientarse y se incorporó como diseñador infográfico a la agencia de comunicación NCD Com. En colaboración con el director, creó otra agencia en 1992: Tounse. Pero su pasión por el cómic se había vuelto imprescindible y en 1997 decidió responder a un anuncio publicado por Zone Créative. Inmediatamente atraído, esta editorial le ofreció la oportunidad de participar en el BD Clip n°2, un colectivo de autores que lamentablemente nunca apareció… Fue en esta época cuando conoció a Jean-Luc Istin, inicialmente contactado para este proyecto. A principios del 99, Jean-Luc Istin se puso en contacto con él y le propuso un proyecto: Merlin, luego colaboraría en colectivos de la colección celta. Es autor de otros cómics entre los que destacamos Viravolta y The Saga of Freemasonry.