
A falta de sal, lágrimas
Descubren su sombrío manto,
los obreros de las salinas,
al escuchar el tierno llanto,
de una nueva vida.
Pequeñas lágrimas saladas,
empapando la sequía,
que el sudor poco hidrata
en las tristes salinas.
La sal es al pueblo,
lo que el pan a la familia.
Cuando escasea uno de ellos,
nuevos llantos se debilitan.
Llora hijo, llora y llora,
que tus lágrimas necesitan,
los obreros que sal añoran,
trabajando en las salinas.
Ecos de flores encantadas
Si el hambre hablara, no existiría el silencio.
Crecerían ecos dispersos como flores encantadas.
El campo de pétalos se baña, de espinas se desangra.
Y el canto encantado del hambre no se calla.
Silencio es lo que busca, el niño que el pan agarra,
una flor es lo que encuentra, porque solo son migajas.
Siete hermanos que sollozos del pan sacan,
sollozos que llora el hambre, llora flores encantadas.
Solo calla mientras duerme, mientras el alma descansa.
Cuanto más cierre los ojos, más el hambre se calla.
Si vive dormido, si las flores desencanta,
es porque se ha ido, se ha ido a otra España.
Una que en el silencio existe,
una en la que el hambre calla.
Una en la que vive muerto,
muerto, pero al fin en calma.