Al día siguiente se despertó inquieto, tras una horrible pesadilla de la que apenas podía recordar nada salvo la absoluta seguridad de que lo había sido. Casi nunca tenía pesadillas, siempre dormía muy bien desde que muchos años atrás se le ocurriera la idea de dormir escuchando películas que una vez le hubiesen hecho feliz. De este modo cada noche cerraba los ojos, la mente se relajaba escuchando las voces de esos queridos personajes y la imaginación completaba lo que la vista no percibía. Así consiguió dormir plácidamente años y años…podía haber visto Vaya Santa Claus ciento veinte veces, pero su mente la habría escuchado dos o tres mil…
Preguntándose el por qué de aquel mal sueño cojeó hacia la cocina tres pasos tras los que dejó de cojear. <<¡¡Maldita estúpida lesión “de los tres pasos de cojera”!!>>, pensó para sus adentros mientras preparaba el desayuno. Hacía ya algunos meses que tenía esa molestia: solamente tres pasos, tres únicos pasos cojeando desde que se levantaba de la cama, sólo tres. Luego podía andar, correr, saltar, bailar y cacarear que ya no le molestaría el apoyo del talón de su pie derecho hasta la mañana siguiente.
Tras el desayuno clonado de todos los días anteriores se acordó de dos cosas a un tiempo: Una, ayer por la noche había escrito como pie de una foto de su caralibro que explicaría la experiencia del Campeonato vivida horas antes; y dos, su deseo de comenzar a escribir un libro, una idea que desde hacía tiempo rondaba su mente y que hacía poco adquiría fuerzas renovadas cuando muy recientemente sus amigos Marian y Santi habían escrito sus obras respectivas. Se preguntó al instante: <<¿Qué tal si en lugar de compartir la experiencia de ayer en primera persona la escribes en tercera, a modo de relato?, así de paso podrías saber lo que sientes escribiendo un libro, tomándotelo esta vez sólo como un pequeño simulacro dentro del arte de juntar palabras para hacerlas volar.>>
Y dicho y hecho. Que recordase, era la primera vez en su vida que escribiría en tercera persona. No lo pensó más y se puso a escribir las líneas que siguen.:
Madrid, 20 de junio de 2014
Ya se había subido al tren tras trabajar toda la mañana. Trabajaba muy cerquita de la estación, lo cual era una gran ventaja para viajar los viernes en tren. Ahora tenía cinco horas y media por delante para dormir, ordenar sus pensamientos, escuchar música, idear estrategias de cara a la carrera del día siguiente, ver películas o comenzar a leer por fin aquel libro que un conocido suyo había escrito. Leyó sesenta páginas del libro y le pareció literariamente buenísimo. Luego escuchó un ratito de música y se quedó profundamente dormido.
Huelva, 20 de junio de 2014
Al despertar se dio cuenta de que restaban solamente unos minutos para llegar a Huelva. Al bajar del tren…, calor, pero no el esperado para esas latitudes a mediados-finales de junio. Era tolerable, no deseable, pero al menos aceptable.
<<GPS del móvil, las señas del Hotel, buscar…, dos km y algo, vaya, veinticinco minutos andando y arrastrando la maleta.>>. Dudó si tomar un autobús, pero no sabía donde lo llevaría cada autobús de aquella ciudad desconocida, así que pensó que tardaría más en discernir cuál sería el adecuado y esperar a que pasase, que irse dando un paseo, así que optó por la segunda opción. Igualmente le encantaba caminar, y si era por parajes que no conocía, muchísimo más, pues siempre trataba de imaginar cómo eran y cómo vivían las gentes del lugar, en función de todo lo que veía y/o escuchaba durante su andadura.
Pero en esta ocasión, junto a la música de Bruce Springsteen que resonaba en sus oídos, había algunas ideas que madurar…
Se encaminaba hacia el que iba a ser su décimo segundo Campeonato de España de Atletismo en lo que iba de año, desde enero. Nunca jamás había competido más campeonatos nacionales en tan breve plazo, e igualmente nunca había gozado de un nivel de forma como el que había alcanzado en la presente temporada. Tras treinta y dos años practicando el atletismo, ésta estaba siendo su mejor temporada deportiva, con mucha diferencia, a pesar de contar ya con treinta y nueve años y medio. Hasta que hacía algo menos de dos meses y medio, cayese en una lesión, una de las putadas más grandes que pueden sucederle a un atleta, pues le impide hacer lo que más le gusta hacer, una lesión que gracias al Cielo duró solamente mes y medio, un recuerdito de una vieja osteopatía de pubis superada hacía ya cuatro años. La lesión pasó, y hoy hacía ya tres semanas que llevaba entrenando con normalidad, de nuevo haciendo series y haciendo los rodajes a una velocidad normal para él (que muy lenta para otros).
Durante esa última semana se veía tan animado y tan bien que se planteó lo que hacía tres semanas, cojeando al andar, habría sido prácticamente una locura pero que ahora ya no se lo parecía: <<Voy a intentar ganar el Campeonato de España de 5000 metros lisos en categoría veteranos M-35 (mayores de 35 años), pero el objetivo no va a ser ganar, el objetivo va a ser intentar lograr el récord de los campeonatos desde que se celebran.>>, <<Da igual si reviento y luego me adelanta alguien y me gana, pero tengo que intentarlo, es mi última oportunidad ya que el año que viene tendré 40 y ya nunca podré hacerlo. Y además lo intentaré porque intentarlo es una idea romántica, y para mí el atletismo lo primero que es es romanticismo>>. Todo esto había pensado hacía un par de días, y lo había compartido por escrito con todos sus amigos.
Ahora, mientras andaba por las calles de Huelva arrastrando esa pesada maleta por una cuesta arriba se empezó a plantear de nuevo, desde un punto de vista realista, si sería capaz, no de intentarlo, que de eso estaba seguro, sino de conseguirlo.
Sabía que a no ser que hiciese muchísimo calor y/o muchísimo viento o humedad, podría llegar al kilómetro cuatro a ritmo de tres minutos/km, por entrenamientos que había hecho días atrás. La duda era si aguantaría ese último kilómetro. El récord de los Campeonatos estaba en 14:57 y pico, lo cual no era ninguna tontería, y menos si debía correr solo y tirando desde el primer metro de carrera. Había que intentar ir a 2:59 cada mil, hasta que aguantase el cuerpo. No era fácil, pero era divertido intentarlo, desde luego, era un reto ilusionante.
Born to run del bueno de Bruce sonaba y entonces, de repente, una pregunta aparentemente estúpida se le coló en la mente: <<Si a falta de una o dos vueltas para acabar la carrera uno va hecho cisco y necesita un empujón de adrenalina para apretar a muerte y conseguir acelerar…, ¿de qué modos razonables, y por supuesto, legales, podría conseguirlo?>>. Y su cabeza inmediatamente comenzó a elucubrar posibles soluciones a la pregunta teórica. Lo primero que pensó es: <<Pegarme un buen bofetón en la cara seguro que me sube la adrenalina.>>, pero descartó inmediatamente la idea, pues supuso que no sería lo suficientemente intenso como para conseguir el efecto, y tampoco era plan de producirse un auto-K.O. a falta de dos vueltas de terminar un 5000 metros lisos en un campeonato de España. Entonces se le ocurrió otra idea, y esa le pareció, en teoría, más interesante: <<¡Un pinchazo con un imperdible, jejeje! En condiciones normales, cuando te pinchas con un imperdible te duele, te cabreas y te cagas en todo. Es más probable que funcionase. Sólo habría que llevar un imperdible a mano.>>
Tras estos pensamientos que le hicieron reírse por lo surrealista del tema, y a los que no prestó más atención, llegó al Hotel. Dejó las cosas rápidamente en la habitación, miró el tiempo y se dio cuenta de que las previsiones para el día siguiente a las 10:25 de la mañana no eran nada halagüeñas…Lluvia desde las 9 hasta las 12, 0,4 mm. (litros/m2), vientos de hasta 25km/h y humedad del 87%. Lo único bueno, la temperatura prevista, 20º. <<Uffff>>, – se dijo -, <<a tomar vientos la opción de batir el récord. ¡¡Imposible!!>>. Un poco menos animado se fue paseando hacia el estadio donde ya se estaban celebrando pruebas del Campeonato y donde en un ratito competían varios amigos suyos en 5000 ml. en categorías M55 y M40 (mayores de 55 y mayores de 40 años respectivamente).
Según vió el Estadio a lo lejos en lo alto se dijo: <<Ya estoy aquí, otro Campeonato de España más, otro reto, otra ilusión, otra experiencia increíble, más gente fantástica a la que conocer y con los que compartir unos días excepcionales.>>.
Se celebraron varias pruebas, todas ellas apasionantes, repletas de ilusión al mil por cien por parte de todos los participantes, entre ellas el 5000 de sus amigos que estuvo muy competido hasta el final y que se dirimió al sprint, ganando el gran Roberto Álvarez, tras el cual entró el incombustible Isidoro León, Isi, casi pegado. Tras ellos muchos otros atletas y amigos como otro personaje de esta historia que aparecerá más adelante, el grandioso Miguel Ángel Gil, Caramelos.
Tras acabar las pruebas, fueron a cenar varios amigos entre los que se encontraban grandes nombres como el gran Sergio Fernández, Francisco Javier Delgado, respectivamente campeón y sub-campeón de 5000 ml en M55 esa misma tarde, el ya citado Roberto Álvarez, Rafa Vidal y algún otro. La cena, como no, fue mucho más que divertida con tal compañía, con lo que se alargó y alargó, y sin haberlo previsto acabó en la cama a las dos menos cuarto de la mañana, tras comerse ya en la habitación, un arroz con leche que completaba la cena, pues él pensaba que para una prueba de fondo, mejor que sobrasen hidratos de carbono que arriesgarse a que faltasen…
Huelva, 21 de junio de 2014
6:25. El despertador sonó, taladrando su descanso. Tras cuatro horas y media no estaba todavía “el horno para bollos”, desde luego, pero aún así se levantó rápidamente, desayunó dos barritas de cereales, un vaso de leche, una naranja y un arroz con leche e ipso-facto se volvió a acostar para seguir durmiendo otra horita y media, guardando armas para lo que se avecinaba.
8:25. El despertador de nuevo. <<Joder>> – pensó – <<Seguiría durmiendo otro par de horitas sin duda…, que pena no habernos acostado antes ayer, menuda putada>>. Abrió la ventana y todo estaba nublado, pero no llovía, ni hacía nada de viento, y tampoco hacía calor. Comprobó concienzudamente todo lo que debía llevarse a la carrera. Pantalón y camiseta de competición, las zapas de clavos, agua, aquarius, clinex, chándal y licencia federativa. Lo metió todo en la vieja mochila de Cordura y salió disparado.
Al llegar al Estadio, de nuevo montones de amigos de todas las categorías y toda la amplia diversidad de pruebas, esperando ansiosos a competir, o en caso de haberlo hecho ya o hacerlo más tarde, a animar a otros amigos que iban a “entrar en acción”. <<¡¡Qué maravilla de ambiente! Esto no tiene precio!!>>.
Tras ver salir a las chicas del 5000, se pusieron a calentar, pues ya quedaba una horita y había que estar en cámara de llamadas 20 minutos antes, con lo que no sobraba el tiempo. Un ratito después se enteró de que sus amigas Esther Pedrosa y Pilar Fernández ganaron de nuevo, como no podía ser de otro modo. Y es que eran unas máquinas, ambas campeonas de Europa el año anterior. De esas campeonas de las que uno tiene la plena seguridad de que van a ganar desde mucho antes de darse el pistoletazo de salida.
En la cámara de llamadas todos se miraban. Algunos con las caras muy serias, excesivamente concentrados, escrutando a los rivales mientras se apretaban de nuevo los cordones para asegurarse de que no les jugarían una mala pasada, o hacían ejercicios de movilidad o estiramiento. Un último paso por el W.C. Él nunca había entendido por qué había gente que se ponía nerviosa antes de una competición. <<Pero si es un hobby!!>> – pensaba siempre para sus adentros – <<No nos jugamos nada importante. Es sólo un hobby!! Lo importante es el hecho de poder estar aquí participando y esforzarse por hacerlo lo mejor posible. El resultado final es lo de menos.>>. Había otros, que como él, no parecían estar nerviosos, parecían simplemente disfrutar alegremente del acontecimiento y punto. Eso le gustaba, ver gente que se reía, bromeaba y disfrutaba de los instantes previos a la carrera.
En ese momento exacto le vino a la mente de nuevo la idea en la que pensara la tarde anterior mientras caminaba con la maleta. <<¿Cojo un imperdible por si me veo K.O. a falta de dos vueltas y me pincho a ver si eso me espolea y me hace correr más?>>. Casi automáticamente descartó la idea por parecerle absurda en aquel momento, y pasó del tema. No cogió ningún imperdible. Y les llamaron para salir a pista.
Al salir, miró al cielo. 90% cubierto, pero no parecía que fuese a llover, pues apenas había viento. La temperatura era buena a la sombra, pero cuando el sol asomaba por un pequeño claro parecía que subiese diez grados. <<¡¡Dios Santo, que se quede el sol oculto veinte minutos, por favor!!>>. Lo que si hacía era bastante humedad, lo cual había notado tras el calentamiento cuando al entrar al baño y quedarse parado comenzó a sudar profusamente. La humedad era principalmente lo que iba a jugar en su contra en la carrera. No veía muy probable conseguir el récord, pero aún así seguía pensando intentarlo.
Y en la salida, tras la barrera, una sola persona les miraba, su buen amigo Miguel Ángel Gil, Caramelos, quien había corrido la tarde anterior. Le preguntó: – ¿Qué quieres hacer?. Y la respuesta fue clara: – Voy a salir a 2:59 por mil para tratar de hacer el récord del campeonato. Si no lo consigo no pasa nada, pero lo voy a intentar. Miguel Ángel respondió: – Si quieres yo te voy “cantando” cada vuelta. Eso iba a ser de inestimable ayuda, y no había contado con ella, un amigo diciéndole al paso de cada vuelta cómo la había hecho, si iba bien, debía acelerar, frenar, etc. Por ello aceptó gustoso la ayuda de Miguel Ángel y se lo agradeció de antemano. Debía pasar cada vuelta en un minuto once segundos y medio de media para lograr el reto.
Casi sin darse cuenta ya estaban todos colocados en la línea de salida, tras haber sido nombrados uno a uno por el juez árbitro. Finalmente eran diecisiete participantes de los diecinueve de la lista inicial. Le tocó el penúltimo, en la calle siete, muy lejos de la cuerda, por lo que pensó: <<!Uff, cuánto hay que cruzar para llegar a calle uno!>> Muchas caras conocidas y ahora ya si, concentradas en la inminente experiencia deportiva. -¡A SUS PUESTOS!. Y en ese momento, el sol, que llevaba oculto desde hacía rato dando un respiro a la sensación térmica, salió y comenzó a radiar con furia. <<¡Putada, ya podía haber aguantado un ratito!>>. <<Doce vueltas y media por delante para disfrutar.>> Y sonó el disparo.
Todos pulsaron sus cronómetros y salieron hacia delante como autómatas tratando de buscar la mejor colocación. Los primeros sesenta metros, muy rápidos. Él, mentalizado con la idea de salir a ritmo toda la carrera, cogió la cabeza de inicio y entonces aflojó un punto, tomando la que creyó era la velocidad de crucero adecuada a mantener. Primer 200, 34 segundos. No le preocupó. Un poquito rápido, lo cual achacó al sprint de inicio para colocarse. Pensó que era el ritmo correcto.
Primera vuelta. Miguel Ángel le animó desde la barrera: – ¡¡Uno once. Muy bien, perfecto!!. << Perfecto>> – pensó.- <<A seguir así>>. Segunda vuelta: – ¡¡Uno once, Santi, sigue así!!. Primer mil. Miró su crono y vió 2:58 algo al paso por la línea de meta. No se había cansado apenas, pero aún era muy pronto, pues el 5000 muestra su dureza a partir del tercer kilómetro. Tercera vuelta: – “!!Uno diez, ánimo, muy bien!!. <<Joder, ¿he acelerado sin darme cuenta?>>. Eso le animó, pues llevaba ya una cuarta parte de la carrera y sin cansarse nada iba cada vez más rápido. Y siguió.
Cuarta vuelta: “Uno doce, el trabajo hecho, Santi, sigue así!!”. Quinta vuelta. No escuchó lo que decía Miguel Ángel, pues miró el crono para ver a cuánto pasaba el segundo kilómetro. 5:56 y algo. <<¡¡Perfecto!!>> – pensó, y siguió corriendo pletórico de ánimos.
En ningún momento desde el principio había mirado atrás, pues había decidido antes de salir que ese día su lucha era contra el crono, y que si por obcecarse e ir demasiado rápido luego sufría un “reventón” histórico y le adelantaban, le daba igual, él acabaría la carrera, como siempre hacía de no ser por lesión, y estaría feliz simplemente por haberlo intentado. No sabía si venía alguien detrás o no, su absoluta atención era a mantener el ritmo y a correr pegado al borde de aluminio en las curvas para, sin caerse, recorrer el menor espacio posible.
Sexta vuelta: – ¡Uno once, Santi! – oyó como le gritaba su amigo desde más allá de la calle ocho. Séptima vuelta: – ¡¡Uno trece, Santi, nos estamos durmiendo un poco, ánimo!!. <<Vaya, no voy muy cansado, al menos conscientemente, pero ¿por qué entonces he ralentizado el ritmo?>>, y por primera vez durante la carrera, tuvo que esforzarse explícitamente por acelerar. Y lo hizo.
Tercer kilómetro: miró su reloj y vió 8:57. <<Ufffff, esto no va a ser nada fácil…>> pensó automáticamente, <<el último 2000 en menos de seis minutos yo solo y ya un poco cansado???, Uffffff>>. No quiso pensarlo demasiado, <<Qué sea lo que Dios quiera…>> – se dijo, y siguió tratando de mantener el ritmo. Octava vuelta: – ¡¡Uno once, Santi, arribaaa!!!. Novena vuelta: – ¡¡Uno trece, te estás durmiendo de nuevo, venga tío, ánimooooo!!!!. El cansancio se iba apoderando de él por dentro como un virus, inclemente. Su fuerza de voluntad comenzó a trabajar a destajo apoyando aún el reto que su consciencia aún deseaba mantener. Y siguió intentando a toda costa mantener el ritmo…
Décima vuelta, cuarto kilómetro. De nuevo no oyó lo que su “Ángel de la Guarda” particular le gritaba a unos metros. Su atención se focalizó brutalmente en la recepción del dato de su reloj… 11:58 y algo, pero el algo no pudo verlo. Su cerebro, aún recibiendo ya demasiados datos referentes a cansancio y a sufrimiento, todavía pudo hacer una reflexión rápida: << En este kilómetro he hecho 3:01 y voy muy cansado, K.O. Quedan dos vueltas y media y tengo que hacer el último kilómetro en 2:58 y algo para batir el récord. Lo tengo muy muy jodido>>. La reflexión automática de parte de su mente no le hizo ningún favor a otras partes integrantes. Solamente la parte que estaba siendo consciente del cansancio y sufrimiento recibió las noticias con gran alegría, ya que lo único que anhelaba es que “alguien” razonable llegase y le dijese: – ¡Basta ya, por Dios, vamos a frenar un poco!, para decidir reducir la velocidad. La parte generadora de Fuerza de Voluntad también se tambaleaba, dudando en rendirse tras recibir el dato. Y el Centro de Decisión, el que tenía decidido ese reto y seguir caminando hacia su consecución también recibió un duro varapalo. ¿Era cuestión de tiempo el que algo en su cabeza comenzase a rendirse y todo aquel sistema que hacía unos minutos funcionaba perfectamente, se desmoronase como un castillo de naipes?
Otra media vuelta. <<¡¡Sólo faltan dos vueltas!!>> – se dijo, intentando animarse. Pero no, ese ritmo no iba a arreglarlo, debía acelerar, y no lo había hecho desde el paso por el kilómetro cuatro. Tras recorrer veinte metros de la curva le vino a la mente una idea descabellada. Volvió a acordarse de aquella chorrada que se le ocurriese el día anterior, la de generar Adrenalina de emergencia. <<Joder, al final no he cogido el imperdible!!>>, se lamentó. En situaciones de ligera hipoxia el cerebro ya no rige de una forma totalmente normal, lo cual él había experimentado algunas veces en su vida, pero aparentemente esta vez, aunque la idea era surrealista, la cabeza parecía aún en su sitio. <<Puedo quitarme un imperdible del dorsal, llevo cuatro, ¡¡hay de sobra!!>>. Y dicho y hecho, al entrar en la contrarrecta, a falta de setecientos metros comenzó a intentar quitarse un imperdible del dorsal. Creedme si os digo que corriendo a tres minutos por kilómetro no es fácil quitar un imperdible del dorsal.
Tardó al menos cuarenta o cincuenta metros en conseguir quitárselo. Ya lo tenía en la mano derecha. Última revisión mental a lo que parecía una idea alocada…<<¿Me va a doler mucho?, ¿Servirá de algo?, ¿de algo bueno?, ¿o me descentrará ya del todo de la carrera?, ¿lo clavo muy profundo, poco??. La decisión fue muy rápida. <<Adelante, no pierdo nada por intentarlo.>>. Y empuñando el imperdible, cruzó su brazo derecho hacia el izquierdo clavándolo en su antebrazo con la inquietud de saber cuál sería el efecto.
Nada. <<No puede ser…, no he notado nada, ¡¡pero NADA EN ABSOLUTO!!>>. En un segundo se preocupó, eso parecía raro, quizás no había apuntado bien, pensó. Y volvió a clavar el imperdible en su brazo. De nuevo nada, no notaba que nada le estuviese atravesando la piel!!!! Ya no era casualidad, miró su brazo y estaba sangrando de las dos punciones. Cogió el imperdible de más arriba y volvió a intentarlo tres veces más, más violenta y profundamente. Pero el resultado fue el mismo. Absoluta insensibilidad al dolor. Pensó en ese momento: <<¡¡JODER, me estoy dejando el brazo como un queso Gruyere Y NO SIENTO UN PIJO!!, es más, yo creo que si ahora alguien me cortase un brazo no notaría nada, ¡¡curioso el funcionamiento de la mente!!>>. Tiró el imperdible a falta de quinientos metros y dio por zanjado el aparentemente absurdo plan de la Adrenalina de Emergencia. <<¡¡Joder, ni he escuchado a Miguel Ángel siquiera con la mierda del imperdible!!>>.
Sabía que no le quedaban fuerzas para mantener un brutal cambio durante quinientos metros, pero aún así aceleró. Al paso por meta, a falta de una vuelta miró el crono. 13:48 y pico. De nuevo no pudo ver el pico. Ójala fuese poco el pico. Volvió a acelerar a muerte, pues debía hacer la última vuelta en un minuto y ocho segundos para siquiera soñar con conseguirlo!!! <<¡¡VENGA, SÓLO UNA VUELTA!!>>, se auto-animó, pero otras partes de su mente ya estaban siendo derrotadas. Esprintó la contrarrecta y en el inicio de la última curva las fuerzas ya fallaron estrepitosamente y se frenó. <<¡¡ Mierda, me voy a quedar a un segundo???!!!>>, y sin saber de donde, después de haber frenado veinte o treinta metros volvió a esprintar con todo lo que tenía, sabiendo ya en ese momento, que las fuerzas no fallarían hasta meta. Para esos últimos 150 metros todas las partes de su mente, todas las piezas de su consciencia, salvo quizás el Centro del Dolor, se habían aliado de nuevo y luchaban contra un mismo enemigo, el tiempo que corría en su contra. Todo su ser sabía que el Sistema funcionaría unido y perfecto esos últimos veinte segundos.
Mantuvo la velocidad durante toda la recta y entró sin frenarse, plenamente feliz de haber luchado la carrera, aquella carrera contrarreloj. El reloj de meta parecía haberse parado un segundo o algo más, antes de que él llegase, pues él mismo lo vió pararse unos metros antes de cruzar la línea. 14:54. <<No me lo creo, mi tiempo será algo superior, pero no me he acordado de parar mi crono.>>. Esto pensó antes de sentir lo exhausto que se encontraba.
Su reloj siguió corriendo, y tras cruzar la meta él no lo miró. Se fijó entonces en los regueros de sangre que caían por su antebrazo izquierdo, manando de cada uno de los cinco “agujeros” de imperdible. Con un clínex que llevaba en la mano empezó a limpiar la sangre mientras andaba por la calle ocho a lo largo de la curva. Nadie se daba cuenta, pues todo el mundo estaba a su derecha y el brazo “herido” era el izquierdo. Tardó un rato en limpiar el estropicio con ayuda de saliva, el clínex, y la bajada de las pulsaciones que reducía el caudal sanguíneo. Cuando vio que estaba medio controlado el tema se dio la vuelta y caminó de nuevo hacia meta para saludar a los compañeros de carrera y tirar el clinex a la basura.
Todo el mundo le felicitaba y le decía que había batido el récord. <<Si, lo hemos visto, 14:54, ENHORABUENA!!>>, pero él les contaba que ese no era el crono real, que se había parado antes de tiempo y que había que esperar.
Finalmente, tras más de una hora de espera, llegaron los resultados oficiales a la mesa y lo vio: 14:56:70, y al lado, escrito a bolígrafo: REC CTO. <<¡¡¡¡SIIIIIIIIII!!!!!!>>. La alegría lo invadió, pues lo había conseguido. Por menos de un segundo pero había logrado el Récord de los Campeonatos, y la verdad, le hacía mucha ilusión haberlo logrado. Aquello significaba que en unos meses iba a despedir la categoría M35 habiendo ganado de enero a junio cinco campeonatos de España de doce competidos y habría dejado dos records de los campeonatos, en 5000 y en 10000, ambos con treinta y nueve años y medio.
Él sabía que era, y así le gustaba considerarse, un atleta popular, un amateur, un amante del atletismo desde que a los siete años comenzase a correr. Pero jamás había ganado un campeonato de España, ni había soñado siquiera con hacerlo, hasta julio de 2013. Llevaba desde 1999 entrenando exactamente de la misma manera, con rodajes largos y lentos, tres sesiones de series al mes y competiciones cada fin de semana. Y amaba todas esas actividades diferentes y complementarias, pero la competición por encima de todas por dos razones: porque ese día compartía su querido deporte en comunión con muchísimos más atletas. Y porque ese día lo daba todo y sentía el cuerpo y la mente esforzarse al límite de su nivel de forma.
Se entrenaba a sí mismo desde los once años, pues esa era para él otra parte de la diversión, era lo que él llamaba una Anarquía Organizada, basada en “Hago lo que quiero, y si me apetece, y lo que hago lo hago con lógica”. Esa actitud era precisamente la que lograba que cada día siguiese ilusionado con el atletismo, que cada día le apeteciese muchísimo correr. En 2013 comenzó a cuidar su alimentación y bajó más de diez kilos de peso en muy poco tiempo, alcanzando su nivel mínimo de peso de los últimos 25 años; y aquello lo cambió todo. No modificó nada más, pues creía en todo lo que hacía, y le hacía feliz.
Tras el podio, y andando hacia el Hotel, pensó de nuevo en lo más sorprendente que le había sucedido aquel día: la extraordinaria insensibilidad al dolor que había vivido durante aquella carrera. Reflexionó sobre que en ocasiones de mucho peligro o situaciones muy graves, el ser humano se insensibiliza al dolor, lo que está probado. Existen casos de personas que habiendo perdido un brazo cortado de cuajo por accidente, al momento se levantan tan tranquilos y piden un cigarro. Madres heridas que tratan de ayudar a sus hijos accidentados olvidando su propio dolor. Él mismo había experimentado esa sensación una vez en 1995 en que tras salírsele un hombro tras un fuerte golpe el dolor era insoportable, hasta que al comprobar que la mano estaba insensible y no respondía, el dolor se le olvidó completamente, pues la mente sabía que debía centrarse en colocar el hombro en su lugar para reparar el daño.
Lo que no sabía ni podía imaginar hasta ese día es que una competición atlética podía ejercer ese efecto, lo que otorgaba al atletismo otro poder que hasta entonces desconocía, un efecto al que llamó de COMPARTIMENTACIÓN DE LA CONSCIENCIA, es decir: La mente puede mantenerse absolutamente consciente de muchos componentes de la realidad exterior e interior: de la gente que hay alrededor, del tiempo, del cansancio, de las vueltas, de la meteorología, de razonar mientras se corre, pero en cambio la mente puede decidir, y de hecho decide, “desconectar” ciertas áreas de consciencia, por ejemplo, como sucedió en este caso, la de la recepción del dolor.
La última duda que le quedó tras caminar por Huelva hacia el restaurante en que despediría aquel viaje fue: <<Bueno, yo no noté los pinchazos, pues estaba insensibilizado al dolor por mi mente en ese momento. Pero independientemente de no notar el dolor conscientemente…, ¿pudo el cuerpo recibir los datos de que se le estaba haciendo daño y haber producido sin yo ser consciente, una liberación de Adrenalina que me permitió esprintar a muerte?>>. Pensó que esa pregunta se la haría próximamente a algún amigo o amiga Neurobiólogo o Psicólogo, para tratar de encontrar respuesta a esa duda razonable. Pensó: <<Violeta o Adri seguro que podrían darme alguna explicación.>>.
Tras esta curiosa experiencia deportiva pudo compartir una comida mucho más que divertida con Sergio y Rafa. Sergio le decía mientras daban un paseo: <<Santi, la próxima carrera, si ves que vas cansado, sacas un machete, y machetazo en el hígado, ¡¡a ver si así consigues mejorar algún segundillo, jajaja!!>>, bromeando sobre el tema de los imperdibles. Tras el paseíto se atiborraron de tartas en una pastelería, momento en el que llegó allí el grandísimo Valentín Huch, mejor atleta veterano de 2013, con el que se hicieron fotos y hablaron más de media hora. En noviembre cumpliría 95 años y el tipo estaba tanto física como psíquicamente mejor que la mayoría de la gente de 70, era auténticamente espectacular…El tío no quiso sentarse, habló de pie la media hora, dando unas muestras de ingenio fuera de la normalidad, y al acabar de charlar con ellos, sin haber hecho la digestión siquiera, se fue para su hotel corriendo, con la mochila al hombro y dejándoles boquiabiertos. Pero bueno, todo eso, ya es otra historia…
A esto llega el atletismo, señores, a dar sentido a la vida, a ayudar a saborearla como miel, a alegrarse de vivir un día más para poder correr otro ratito, otra serie, otra carrera. Un buen amigo suyo, Don Pedro Sanz Mesa, la persona que más le enseñó e influyó en su atletismo, resumía todo ello en una ya mítica frase con la que siempre despedía sus mensajes: “Lo importante es correr”.