Charles Burns vuelve a superarse a si mismo con la tercera parte de Laberintos, cierre perfecto a una novela gráfica donde su homenaje al cine sigue siendo el hilo central.
La idea más sencilla en manos de Charles Burns acaba convertida en nueva pieza maestra con el desenlace de Laberintos. Retratista por excelencia al más puro estilo del cine clásico norteamericano, Burns partía en Laberintos 1 de algo visto miles de veces, exprimido hasta la saciedad: cuatro amigos aficionados al cine, aunque especialmente a las películas de serie B, se reúnen para rodar con una vieja cámara de 8 milímetros su particular homenaje a la película La invasión de los ladrones de cuerpos, favorita de Brian Milner, el protagonista creador en esta particular ventana a la adolescencia de Charles Burns.
Junto a Brian aparecen el amigo inseparable de éste: Jimmy; la pareja de secundarios formada por la pareja de Dana y James y, como poderosa presencia femenina, la amiga de Jimmy, Tina y, sobre todo, Laurie Dunn, la musa de Brian que nos da la espalda en la portada de Laberintos 1 y que se convierte en centro de atención indiscutible en la portada de Laberintos 3 y a lo largo de todo su contenido.
A lo largo de los libros anteriores, Charles Burns nos ha llevado atrás y adelante en un alucinógeno y alucinante visual a la mente del personaje de Brian Milner quien, obsesionado por la idea completa de lo que quiere rodar en su cabeza, lo está más aún de la figura idealizada de Laurie. Por desgracia, más allá del delirio adolescente, Brian se ha criado en un entorno familiar más insano que cualquiera de las películas de terror que adora ver solo en su casa. Conviviendo con una madre con problemas a la que vimos sufrir una crisis en Laberintos 2 delante de sus amigos, Burns consigue hacernos empatizar en especial con un Brian solitario cuya genialidad se le escapa de las manos haciéndole confundir realidad con ficción a ras de la enfermedad mental.
En los sueños del personaje que Burns escenifica en los tres tomos, Brian sobrepasa y mezcla en varias ocasiones la línea de la genialidad con la que podría llegar a dar miedo de su personaje si la historia siguiese adelante. Pero como las propias películas recordadas por el autor, lo más importante suele ser siempre lo que se nos cuenta antes de no concluir una historia. Los mejores libros y los mejores largometrajes nos hacen querer seguir al lado de personajes inventados, que sabemos irreales pero a los que nos gustaría seguir un poco más en sus vidas.
En Laberintos 3, Charles Burns nos vuelve a contar la parte del mismo relato que nos faltaba, empezando por el momento en que Jimmy recoge a Brian para salir todos juntos a rodar su película en un lugar perdido de la montaña. El juego metalingüístico de Burns es todo un prodigio apenas comienza el último tomo. Brian espera a sus amigos mientras asistimos a detallados fotogramas de La última película, lo último que ha visto el personaje en el cine y de la que comenzará a hablar sin parar durante todo el viaje a sus amigos.
Como cada elección de Burns, la de La última película es particularmente llamativa. Película real dirigida por Peter Bogdanovich y estrenada en 1971, la película transcurre en una pequeña ciudad de Texas en la década de los 50 del siglo pasado. Sin duda la misma Norteamérica profunda en la que podría estar ambientada todo Laberintos. El argumento gira en torno a tres adolescentes insatisfechos y aburridos, espectadores de vidas sin salida en una localidad encerrada en sí misma. La misma metáfora de sueño inmóvil de Laberintos que apenas utiliza tres escenarios diferentes para hablar realmente de las relaciones: lo que se espera que pase, lo que ocurre realmente y a lo que conducen ambas situaciones. Burns nos deja boquiabiertos con sus reconocibles retratos de dos de los protagonistas: unos jovencísimos Jeff Bridges y Cibyll Shepperd en un largometraje que obtuvo 2 Oscar de la Academia de 8 nominaciones, 1 Globo de Oro con 6 nominaciones y nada menos que 3 Premios Bafta.
El paralelismo que Brian hace con su propia vida y con su relación con Laurie a partir de La última película nos acompañará a lo largo de todo este tercer tomo, aunque no será la única referencia cinéfila del autor reflejada directamente en viñetas, ya que posteriormente rinde homenaje nuevamente a ese cine clásico de serie B que autor, personaje y posiblemente muchos de los lectores de Burns disfrutamos. Así asistimos a algunas escenas de El último hombre sobre la tierra, la versión cinematográfica de 1964 del legendario libro Soy Leyenda de Richard Matheson que protagonizó esa eterna figura de culto que sigue siendo Vincent Price.
Y entremedias, Burns completa los hilos sueltos y la trama completa que gira en torno al triángulo amoroso Brian-Laurie-Tina, sorprendiéndonos y recreándose en su giro de guión. De hecho, me repito recalcando que Charles Burns se ha superado gráficamente a si mismo en Laberintos 3 porque, si bien su depurado estilo de profundos negros y marcadas sombras es una verdadera delicia a la vista, tanto como su paleta de colores, es verdaderamente increíble verle crear oscuras escenas urbanas perfectas y a la vez dejarnos con la boca abierta en el detalle con que es capaz de hacer creer reales los apoteósicos escenarios naturales en los que figuran y ruedan sus personajes.
El resultado final es sencillamente glorioso y Laberintos 3 te atrapa aún más intensamente que los dos primeros volúmenes de la historia. Como cierre perfecto a una trilogía única, Burns resuelve, reinventa, hace delirar y soñar a sus personajes pero también los enfrenta a la realidad en sus momentos más dulces y amargos. Merece la pena que leáis completa la trilogía sólo por poder llegar y disfrutar del espectacular final que deberás descubrir por ti mismo/a en el que Burns insiste en su relación con el cine a través de los ojos de sus personajes.
En una edición tan cuidada como los anteriores tomos, con tapa dura, lomos imitando a tela y excepcional papel e impresión del arte inigualable de Charles Burns, Laberintos 3 te hará viajar de la ciencia ficción al terror, pasando por una inevitable historia de amor, capaz de mover y unir aquí lo que separa a la realidad de los sueños con extraterrestres de su protagonista.
SOBRE EL AUTOR
Charles Burns nació en Washington D.C. en 1955 y creció en Seattle. En los años ochenta, su trabajo comenzó a destacar por sus colaboraciones en Raw, la mítica revista de Françoise Mouly y Art Spiegelman. Desde entonces ha participado en una variada gama de proyectos que incluye portadas de discos, publicidad, escenografía teatral y animación. Sus dibujos han llenado las cubiertas de revistas como The New Yorker, Time o The Believer. Con la novela gráfica Agujero negro, una historia épica que le llevó diez años terminar y que se publicó en volumen recopilatorio en 2005, obtuvo los más prestigiosos premios internacionales: los Eisner, Harvey e Ignatz en Estados Unidos, y la Fauve d’Or del Festival de Angulema, en Francia.
En 2010, Burns presentó Tóxico, la primera parte de un nuevo tríptico, a la que siguieron La colmena y Cráneo de azúcar; la trilogía fue reunida en un solo volumen bajo el título Vista final (2016). Sus trabajos han sido expuestos en la galería Adam Baumgold en Nueva York y la galería Martel de París. En la actualidad Burns reside en Filadelfia junto a su esposa y su gato.