Da verdadero vértigo pensar que una obra maestra indiscutible del cómic como sigue siendo Blankets fuese publicado 20 años atrás. Con su primera novela gráfica, Adiós, Chunky Rice, Craig Thompson obtuvo el premio Harvey al autor revelación en 1999. Su conmovedora fábula acerca de la pérdida y la amistad le colocaron desde su inicio en una posición merecidamente alta como prometedor nuevo valor del mundo de las viñetas. Su precisión como dibujante, con su asombroso dominio del blanco y negro y su capacidad para conectar con el lector se convirtieron en fenómeno a nivel mundial apenas 5 años después, cuando Blankets se editó y comenzó a ganar tantos premios como admiradores. Blankets sigue siendo una inolvidable novela gráfica en la que el autor contaba y dibujaba en honesto modo autobiográfico su infancia y adolescencia en un pueblo de la Norteamérica profunda. De entre muchos otros, Blankets le valió a Craig Thompson tres galardones de reconocimiento mundial en la difusión del cómic como los Premios Eisner, los Premios Harvey y los Premios Ignatz coincidieron en algo tan notable como otorgarle a Thompson al mismo tiempo sendos galardones como artista y como mejor novela gráfica. Empezar hablando de esta obra para recomendaros el nuevo trabajo de Thompson, Raíces de Ginseng, se debe a que no solo el tiempo, con su 20 Aniversario y una memorable edición traída aquí por Astiberri, han sacado a Blankets de nuestros recuerdos, sino que su autor, tantos años después, firma ahora un libro excepcional y valiente en el que rellena los huecos de esa obra desde su propio presente en una historia que de nuevo es imposible que te deje indiferente.
Lo que Craig Thompson imaginó como un libro donde las plantas fuesen protagonistas, ha acabado siendo una intensa y de nuevo extensa novela gráfica en la que acaba relatando y reconstruyendo los recuerdos de su padre, su madre, su hermano Phil y su hermana Sarah a partir de una especie vegetal cuyas raíces formaron parte de la vida de su familia pero también de una parte muy importante de la historia de los Estados Unidos: el ginseng. «A lo largo de los años ha habido mucha presión de las editoriales y de los lectores por hacer la secuela a Blankets -explicaba Craig Thompson en su multitudinaria presentación al público de Raíces de Ginseng en el Espacio Fundación Telefónica de Madrid-, porque sí es mi libro de más éxito y siempre me he resistido a esa presión porque no quería repetirme y quería probar algo nuevo con cada proyecto. Los elementos autobiográficos del libro han ocurrido pero sin yo quererlo. Al principio solamente quería escribirlo desde el punto de vista de las plantas. Me inspiró un libro de Michael Polland que habla de cuatro plantas que han dado forma a la civilización humana por la forma en que hemos manipulado esas especies: habla de la patata, la manzana, el cannabis y el tulipán y la verdad es que me emocionó mucho ese libro (…) Así que intenté ver qué planta conocía o con que planta tenía algo de intimidad. Y entonces recordé toda mi infancia. Diez años de mi infancia. Estuve trabajando en el cultivo del ginseng. Y cuando empecé a investigar el mundo del ginseng me di cuenta de que era absolutamente fascinante. Porque hay una relación comercial entre China y Estados Unidos. Incluso antes de que fuera un país. Pagó la Revolución y nuestra independencia de Gran Bretaña y tiene mucho que decir con respecto a la agricultura del paso de pequeñas granjas familiares a grandes monocultivos industriales. Todo cosas de las que quería hablar».
Una sensación de déja vu te recorre la espalda cuando comienzas a leer Raíces de Ginseng y nos encontramos con una nueva escena de Craig y su hermano Phil de pequeños, en esa misma cama que compartían, enfrentados al terrible mundo con el que Blankets nos atrapaba desde la primera viñeta sin soltarnos hasta pasadas más de 500 páginas después. De los 10 a los 20 años, ambos hermanos trabajaron en granjas de Wisconsin, limpiando los omnipresentes campos de ginseng, esa hierba medicinal exótica tan apreciada en China y que se cultiva en un rincón perdido y particular de Estados Unidos desde hace siglos. Esa planta que recobró la fascinación a la que sucumbe Thompson con cada nuevo libro le llevó a realizar una investigación digna de una tesis doctoral, a partir de documentación y decenas de entrevistas en su pequeña ciudad natal. «Pero cuando hablaba con algunos amigos o gente a la que le pasaba las primeras ideas se aburrían -comentaba Thompson no obstante al respecto de su idea original, meramente documental-, a nadie le interesaba un libro basado en la investigación. Pero cuando les decía que cuando yo era pequeño y tenía 10 años trabajaba 40 horas a la semana durante el verano en campos de ginseng, mientras otros niños estaban en su campamento o nadando yo trabajaba en estos campos… y entonces a la gente le interesaba. Y es cuando empecé a darme cuenta de que tenía meterme en el apartado autobiográfico y personal de la historia y al final el libro acabó siendo como un equilibrio al 50% de esos dos impulsos: uno es documental y basado en la investigación y entrevistas con otras personas y el otro es muy personal. Es volver a mi niñez, a mi familia y a esta comunidad rural aislada en la que me crie».
Considerando única e imprescindible cada aportación de Craig Thompson al mundo del cómic y un hallazgo cada tema elegido y sufrido por el autor (cada novela gráfica le supone un proceso al que se lanza en cuerpo y alma en cada ocasión durante años), Raíces de Ginseng explota y lanza un anzuelo en el que Thompson renueva su maestría y en este caso, su febril admiración, investigación y reconocimiento de cómo una raíz es capaz de servir de hilo para volver a contarnos decenas de historias que merece la pena leer. «Creo que los cómics -afirma con convicción plena Thompson–, especialmente la novela gráfica, funcionan especialmente bien con las autobiografías, en parte porque con los dibujos podemos ver la habilidad del autor. Como si estuviese escribiéndote una carta a ti. Me encanta lo que hace un autor como Charles Schulz con su Peanuts y Charlie Brown. Cuando su trazo es más tembloroso vemos la vulnerabilidad humana. Es casi como una carta manuscrita al lector».
De ese modo y retomando su infancia, Thompson consigue contarnos lo que quería aunque en el proceso nos da mucho más de lo que quizás él mismo imaginaba. A diferencia del hito rompedor que supuso en su día publicar la magnitud de una obra como Blankets en Estados Unidos o cualquier país del mundo (más de 500 páginas, recordemos), Raíces de Ginseng se planteó de un modo diferente y se editó por entregas. Doce entregas en las que Thompson creyó ser capaz de completar la reconstrucción de la parte de su infancia que no mencionaba en Blankets (incluyendo el hecho de que también tiene una hermana que en ningún momento mencionaba en esta obra), hacernos conocedores de la apasionante historia de una planta que lleva creando lazos entre Estados Unidos y China sin que posiblemente la mayoría de los propios norteamericanos conozcan el impacto comercial de esta relación.
«Yo me crie en este entorno muy aislado -explica el autor-, en un pueblo muy pequeño en medio de Estados Unidos, con una población de 1200 personas. Eran campos vacíos y música country, fútbol americano, todo blancos, trabajadores de fábricas y agricultores. Pero la agricultura de esa región era el ginseng que desde finales del siglo XIX se ha exportado y consumido en China y tiene mucha importancia en la medicina china. Cuando yo era pequeño ni siquiera pensaba lo que era el ginseng, era un trabajo y ya está. Era una forma de conseguir dinero para comprarme cómics y para los agricultores que tenía alrededor sólo era un producto con el que comerciar. Así que con el libro creo que estaba un poco intentando arreglar eso viendo la historia de esa planta: cómo y por qué es importante». Aunque la mayor sorpresa que se llevará cualquier seguidor de este magnífico dibujante es conocer de primera mano y una vez más sus mayores debilidades, sus miedos, la autenticidad con la que, a página abierta, se nos ofrece tal cual es no sólo como autor, sino como persona.
En una frenética entrada en la que mezcla pasado, presente e ingentes cantidades de información sobre el ginseng, llegando a personificar a tan vital planta para convencerle de cómo contar sus propias raíces, Craig Thompson nos acerca en el tiempo a sus miedos como creador y dibujante: desde el vacío creativo a su necesidad de emplear tantísimo tiempo en cada uno de sus esfuerzos gráficos. «Este libro nació un poco a través de la crisis de la mediana edad -confiesa el autor-. He escrito cómics durante 20-25 años y al final se ha convertido en un trabajo como cualquier otro y como que pierdes el entusiasmo por el trabajo que estás haciendo y es algo como sanador volver un poco al primer trabajo que tenía, cuando tenía 10 años, cuando estaba imbuido de una gran ética laboral y esto me dio pie para meditar sobre el propósito y sobre el valor de la ética laboral. Es verdad que había perdido el entusiasmo por los cómics. Estaba volviendo a mi trabajo original, pero también descubrí que fue el trabajo el que me hacía tener interés por los cómics cuando yo era un niño». Es aquí cuando, con una naturalidad escalofriante, Thompson recuerda cómo, estando de vacaciones con su novia en China terminada su anterior novela gráfica, descenciendo por el río Yulong, en Yangshuo, tiene un pequeño accidente haciéndose daño en la mano derecha, con la que dibuja. La casualidad le llevó a que un desconocido le ofreció un remedio que pareció aliviarle temporalmente en una farmacia. Se trataba de loción de ginseng. Y allí, en aquella farmacia repleta de la famosa raíz en todas sus formas y estados imaginables, se encontró con ¡raíces de ginseng de Wisconsin! La misma que le acompañó 40 horas semanales todos los veranos de su infancia.
Aunque la revelación posterior es mucho más dolorosa. La lesión de su mano en realidad fue la manifestación de algo mucho más grave: un trastorno autoinmunitario llamado Fibromatosis, una enfermedad de condición genética que, en el caso real de Craig Thompson le llegó como una jarra de agua de su médica: «con el tiempo, sus manos quedarán impedidas y será necesario operarlas». Pero aún iniciada esa contrarreloj con la que, a día de hoy y como manifiesta abiertamente en sus entrevistas, sigue enfrentándose el autor, Thompson se dedica a practicar de nuevo esa ética laboral con la que se crio y aprendió a vivir y nos ofrece una experiencia nuevamente inolvidable.
Raíces de Ginseng encierra a lo largo de más de 400 páginas en esta ocasión no sólo la historia de Craig Thompson, su familia y el lugar en el que se convirtió en el autor del que hoy en día disfrutamos. Desde su madurez como autor, alterna todo el conocimiento adquirido sobre el ginseng para mezclarlo en muchas otras historias que conseguirán sorprenderte por encima de todo lo que, con razón, puedes esperar de una obra de esta magnitud: desde las pequeñas emotivas historias locales hasta el drama del pueblo Hmong, una minoría étnica expulsada de China entre 1795 y 1873 que se reasentaron en las remotas montañas de Laos desde las que, durante la Guerra de Vietnam, colaboraron con los norteamericanos que, perdida la guerra, dejaron a su suerte a más de decenas de miles personas a las que los norvietnamitas masacraron tratando de huir de Laos (100.000 personas murieron tratando de conseguirlo). Cuentacuentos espectacular y cautivador, Thompson es capaz de hilar historias dentro de las historias hasta hacernos creer que incluso más de 400 páginas son pocas. Que seguiríamos leyéndole, incluso a sabiendas de que además su extraordinario trabajo al dibujo es algo que hoy en día le causa más dolor físico que cualquier mal recuerdo.
Con un innovador uso y mezcla del rojo a su habitual trazo, volúmenes y sombras perfectos en blanco y negro, Raíces de Ginseng es aún más impactante por esta decisión que, según explica Thompson, viene motivado por «el arte chino cuando pensaba en el Libro Rojo de Mao, con su propaganda china. Pero también de la impresión sobre madera china en la que veíamos una tinta negra y luego normalmente un tinte rojo. Y visualmente me pareció sorprendente y empecé a investigar algunas técnicas de impresión. La tinta negra está dibujada a mano sobre papel, pero luego muchas capas de rojo se crean en Photoshop. Estaba haciendo muchas capas para que la mezcla de grises con rojo creara estos tonos tierra, de barro, esa sensación de sepia de las fotografías viejas».
Raíces de Ginseng obtuvo este años dos nominaciones a los premios Eisner con esta obra: mejor memoria gráfica y mejor autor completo. Astiberri nos ofrece aquí una edición tan compacta y cómoda como anteriores obras de igual extensión de Craig Thompson. Con tapa dura, habitual formato de novela gráfica (16,5 x 22,9 cm.) y una acertada elección de papel mate que reaviva la variedad de tonos empleados por el autor en esta ocasión, Raíces de Ginseng es otra obra imprescindible en tu biblioteca si Craig Thompson te ganó desde Blankets. No te arrepentirás de la intensa experiencia que vuelven a suponer sus páginas, dibujadas con toda el alma de la que el autor es capaz en las líneas y palabras que recuerdan quien fue. En un mundo globalizado en el que, según Thompson, «las culturas se solapan», vivimos en una era digital que el autor considera «de demasiado contenido. Te ves constantemente inundado de ruido en audio y visual de creación humana». La nefasta presencia negativa de las redes sociales «tiene demasiado impacto en mí como artista -confiesa-. Por eso tardo 8 años en hacer un libro. No soy prolífico ene se sentido y me desanimo con facilidad. El 90% del proceso creativo es esa lucha para darme a mí mismo permiso para hacer las cosas y parte de ello viene de que vengo de un hogar muy religioso, mucha censura de esa visión cristiana fundamentalista. Me castigaban continuamente cuando era pequeño por decir algo mal, me lavaban la boca con jabón así que siempre tengo esa parte de niño que tiene miedo de que le castiguen por lo que diga, haga o dibuje. Así que a veces me cuesta llegar a ese punto en el que me doy a mi mismo permiso para contribuir con algo a ese fluir de creatividad y ahogar todas esas voces negativas».
SOBRE EL AUTOR
CRAIG THOMPSON
Craig Thompson nació en Traverse City (Míchigan) en 1975, y se crio en una
pequeña población rural de Wisconsin. Su primera novela gráfica, Adiós, Chunky Rice (Astiberri, 2007), ganó el premio Harvey al autor revelación y fue nominada a los premios Eisner, Ignatz, Eagle y Firecraker. Durante la realización de Blankets (Astiberri, 2004; edición 20.º aniversario, Astiberri, 2024), obra ganadora de tres premios Harvey, dos Eisner y dos Ignatz, entre otros, Craig pagó las facturas escribiendo guiones, dibujando y diseñando cómics e ilustraciones para Nickleodeon, DC, Dark Horse, Marvel, OWL, National Geographic Kids y muchas otras publicaciones. Durante el viaje de promoción de Blankets realizó Cuaderno de viaje (Astiberri, 2006), que, a la vez, le sirvió para documentarse para su siguiente novela gráfica, Habibi (Astiberri, 2011). En Raíces de ginseng, nominada a dos premios Eisner, a mejor memoria gráfica y mejor guionista y dibujante, Craig nos lleva de vuelta al universo de Blankets.